miércoles, 29 de agosto de 2012

EL CEMENTERIO CENTRAL DE MONTEVIDEO - Trabajo práctico

Los monumentos funerarios son parte de la vida de los pueblos. Una puesta en escena, a través de la piedra, de sus sueños, cumplidos o no; de la impronta que esos seres han dejado en sus afectos, en sus camaradas o en la sociedad y en el tiempo en el que les tocó vivir.

En el caso del Cementerio Central de Montevideo, recorrer un cementerio tan viejo como este, es recorrer parte de nuestra historia, es aprender sobre aquellos pobladores que hace mucho habitaron nuestra ciudad. Es además, apreciar formas de arte escultórico y arquitectónico, de un arte necrológico que muestra el pensamiento, la idiosincrasia y el gusto artístico de una ciudad a lo largo de más de un siglo.
La expansión de la ciudad y la gente rica, los potentados nuevos habitantes de estas tierras, hizo que se planificara un cementerio de lujo en la “Ciudad Nueva”, la que se expandía desde la muralla hacía el Ejido.

El Cementerio Central está dividido en tres cuerpos. En el primero de ellos se encuentra el Panteón Nacional, conocido como la Rotonda, en cuya cripta se encuentran enterradas personalidades nacionales como Eduardo Acevedo, Juan Manuel Blanes, Delmira Agustini, Juan Zorrilla de San Martín, José E. Rodó, y otros tantos.
Ya en el segundo cuerpo se encuentra la primera escultura que tuvo el Cementerio, el Cruceiro Gallego (cruz romana que tiene a Jesús de una lado, y a la Virgen María del otro). Estos dos primeros cuerpos funcionan como naves de iglesia confluyendo toda su planta hacia un eje central.
El tercer cuerpo es más abierto, más moderno, es el que se encuentra sobre la rambla, y donde podemos encontrar las tumbas de José Batlle y Ordoñez y de Luis Batlle Berres.

Contexto histórico de su construcción:

El Cementerio Nuevo o Cementerio Central, inaugurado en 1835, una muestra del afianzamiento de esta nueva modalidad de enterramientos extra muros que ofrecía un espacio concebido y planificado para cumplir cabalmente con dicha función.
La planificación expresa fue uno de los rasgos característicos de los cementerios surgidos a partir de fines de siglo XVIII. Ellos fueron concebidos, imaginados, proyectados teniendo en cuenta una nueva concepción del entorno urbano y su edificación que hacía que ciertos espacios y construcciones fueran desplazados hacia la periferia de las ciudades5, pero también teniendo en cuenta una nueva sensibilidad que hacía de la higiene y del respeto a la memoria de los difuntos valores a alcanzar y preservar. Durante el siglo XIX, Europa experimentó lo que podría ser llamado una verdadera reforma de los cementerios en la que fueron abiertos uno tras otro grandes cementerios en las afueras de las principales ciudades del continente. Los cementerios llegaron a las manos de los arquitectos quienes ensayaron diseños, para satisfacer los nuevos gustos y necesidades, que hasta el momento no se habían aplicado a los espacios funerarios. El uso de la geometría dio orden a la disposición de capillas, áreas para inhumaciones, áreas de depósitos, osarios, sendas y vegetación.
Fue el Cementerio Nuevo en Montevideo el que representó esta tendencia en nuestro país. El Cementerio Central tuvo su primer proyecto de organización en 1838, poco tiempo después de su inauguración. El arquitecto Carlos Zucchi realizó el proyecto de la planta del cementerio que en ese momento abarcaba sola mente al actual primer cuerpo. Sin embargo, la organización definitiva de la planta corresponderá al proyecto8 elaborado en 1858 por el arquitecto Bernardo Poncini. Los planos y dibujos realizados por Poncini para el Cementerio Central corresponden también al actual primer cuerpo de la necrópolis. En este proyecto se preveía la construcción de una capilla y una cripta que ocuparían el área central del cementerio. Varios caminos en diagonal convergerían en ella realzando física y visualmente la importancia de la construcción. Los monumentos funerarios se emplazarían en dieciséis cuadrantes simétricamente distribuidos y se realizarían modificaciones y mejoras en los muros y en la entrada del cementerio. La intervención de arquitectos como Zucchi y Poncini en la construcción del cementerio evidencia la llegada definitiva a la capital de una concepción de las necrópolis como jardines paseos, que refleja una nueva sensibilidad que aleja la muerte de la vida cotidiana (Barrán, 1991). Pero la transformación de los cementerios acaecida durante el siglo XIX no sólo tuvo consecuencias visibles a nivel arquitectónico y urbano, sino que además cambió el rumbo de las prácticas funerarias en múltiples aspectos.
En el monumento a los Mártires de Quinteros, Livi utiliza al máximo la estrategia de combinación del retrato del difunto y alegorías. Una figura femenina que porta el escudo nacional y una bandera representa a la Patria en actitud doliente por la muerte de sus combatientes. Cuatro figuras alegóricas colocadas en el nivel intermedio del monumento representan la historia, la muerte, la guerra y la fuerza. Y en el nivel inferior se encuentran los retratos de ocho militares muertos en Quinteros. Las alegorías también son utilizadas en
este monumento para narrar los sucedido en dicho paraje. Con el uso de alegorías Livi crea un discurso de la vida y la muerte en relación a la nación, instaurando una suerte de religión patriótica, atada aún a las gestas militares y al poder que éstos tenían en la conducción de la nación, con sus credos, rituales y mártires.
Mientras el gobierno generaba una imaginería patriótica, la burguesía ascendente utilizaba el arte funerario para crear una representación de una muerte romántica, dramática en algunos casos y siempre solemne, que le servía para ostentar, ofrecer a la mirada, su sensibilidad afectiva pero también su dignidad social. Los retratos, como en el caso de los militares, serán el recurso mayormente utilizado en estos monumentos funerarios, pero con algunas diferencias que obedecían a una estrategia monumentalista diversa, perteneciente a un nuevo grupo civil que comenzaba a imponerse dentro de los estratos más poderosos de la sociedad y que llegaría con el tiempo también a detentar el poder político. En los hechos, tanto la estatuaria funeraria como los retratos de la burguesía se desarrollarían a partir de la importación de obras desde el exterior, especialmente de Italia y con el arribo hacia fines del siglo XIX, como parte de un nuevo aluvión migratorio, de una serie de escultores mayoritariamente también italianos.
El realismo llega en algunos momentos a expresiones máximas como en la tumba de Manuela Mussio, realizada por el escultor Lavarello en Génova hacia 1871, en la que se representa en figuras a tamaño natural, el lecho mortuorio donde yace la difunta y a su lado el esposo que de pie la contempla llorando. La escena capta, al modo de una fotografía instantánea, el drama de la pérdida de la esposa y para ello se mantiene fiel a la moda del momento poniendo especial atención en la vestimenta del marido.

Ejercicios:

a) Registrar y analizar los elementos neoclásicos más representativos en la fachada y en la Rotonda (Panteón Nacional) del Cementerio Central.

b) Registrar y describir los elementos iconográficos que aparecen en la siguiente tumba, determinando su posible significado:
“D. MIGUEL CONDE/FALLECIO EL 12 DE DICRE DE 1834/A LOS 69 AÑOS 7 MESES/YACE AQUÍ EN POLVO HELADO/UN VIRTUOSO CONSORTE UN PADRE AMADO/EN CUYA TRISTE FOSA/LLORAN LOS HIJOS Y LA AMANTE ESPOSA.” Primer cuerpo-Pared Norte. Nº original 1511.

c) Registrar y describir los elementos iconográficos que ellas aparecen en la siguiente tumba, y vincular con la técnica del retratismo en la escultura, originalmente creada por los romanos:
“AQUÍ/YACEN LOS/RESTOS DEL/TEN.TE CORL. GRADRO./SARG.TO MOR. D.N Pedro/Bazan QUE MURIO GLORIOSAMENTE/EN EL CAMPO/DE BATALLA EL 20/DE JUNIO DE 1832./EL GOBIERNO LE DEDICA ESTA MEMORIA.” Primer cuerpo-Pared Norte.

d) Buscar dentro de las tumbas del 1er cuerpo, elementos simbólicos representativos del concepto de la muerte, propios del siglo XIX: el ancla, la trompeta, antorchas boca abajo, relojes de arena alados, globos alados, palomas, guadañas, amapolas, identificando (de ser posible) a quien pertenece la misma y el escultor que la realizó, y a que período histórico pertenecen.

e) Las alegorías serán cada vez más numerosas a partir de la década de 1890 y su uso creciente será relativamente independiente de la representación del difunto, que irá en claro retroceso a partir de 1910. Las clases altas mostrarán un viraje en el gusto que hará que para los años 1920 prefieran demostrar su éxito social con tumbas alegóricas.
Una alegoría recurrente en los espacios funerarios, es la alegoría de la muerte o sueño eterno. En el arte funerario en general y en el Cementerio Central en particular, las representaciones de la muerte o sueño eterno tienen dos variantes. La más conocida, es la representación de un anciano portando como atributos principales la guadaña y el reloj de arena.

• Ubicar, registrar y analizar las alegorías en los siguientes cuerpos escultóricos:

- Tumba de Juan M. Martínez, elaborado en 1893 con ayuda de C. Nicoli.

- Tumba de Carlos M. Escalada realizada en 1891.
f) Rastrear y registrar la simbología masónica en al menos 3 tumbas, y procurar su significado; a saber: la letra G; espada con la hoja hacia abajo; triángulo; triángulo equilátero; pirámide con el vértice hacia arriba y con el vértice hacia abajo; ojo; suelo en forma de tablero de ajedrez; escuadra y compás; cadena; columna en ruinas; esfera; tres escalones.

PLAZO MÁXIMO DE ENTREGA: JUEVES 27 DE SETIEMBRE.

Bibliografía:

* Diccionario de símbolos - Juan Eduardo Cirlot - Ed. SiruelaSe puede bajar de esta página:
http://books.google.com.uy/books?=zfzRnpyZwD4C&printsec=frontcover&dq=diccionario+de+simbolos+cirlot&source=bl&ots=Jk-Y9aCWUd&sig=M2zq2wFwJfwemKPWuVPMxOit6No&hl=es&ei=PodqTNbkMYP68Abw9IimAw&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=4&ved=0CCMQ6AEwAw#v=onepage&q&f=false

* Diccionario de los símbolos - Jean Chevalier - Alianza Editorial

* Montevideo, la ciudad secreta - Alejandro Michelena - Ed. del Caballo Perdido.

* Historia de la sensibilidad en el Uruguay - Barrán, José (1991). , Tomo I y II, Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.

* Capítulo: Ecos y espejos de la privatización de lo religioso en el Uruguay del novecientos., Caetano, Gerardo y Geymonat, Roger (1996). en Barrán, José Pedro; Caetano, Gerardo y Porzecanski, Teresa (ed.) Historias de la vida privada en el Uruguay. El nacimiento de la intimiedad. 1870-1920. Montevideo: Taurus-Santillana.

* Historia del desarrollo edilicio y urbanístico de Montevideo (1829-1914). Castellanos, Alfredo (1971). Montevideo: Junta Departamental de Montevideo.

* Iconografía de Montevideo - Concejo Departamental de Montevideo (1955). Montevideo: Talleres Gráficos Colombino Hnos. S.A.

*  Montevideo antiguo. Tradiciones y recuerdos. Tomo I. - De María, Isidoro (1957) [1887]. Biblioteca Artigas. Colección de clásicos uruguayos. Vol. 23. Montevideo: Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social.

*  Capítulo: Viviendo y vestido en la ciudad burguesa (1880-1914)., Rodríguez Villamil, Silvia (1996). .en Barrán, José Pedro; Caetano, Gerardo y Porzecanski, Teresa (ed.) Historias de la vida privada en el Uruguay. El nacimiento de la intimiedad. 1870-1920. Montevideo: Taurus-Santillana.

miércoles, 1 de agosto de 2012

MATEO de Armando Santos Discépolo


MATEO

De Armando Santos Discépolo





Estrenado en el Teatro Nacional de Buenos Aires por la Compañía Nacional de Pascual E. Carcavallo, el 14 de marzo de 1923.



La acción en Buenos Aires. Derecha e izquierda del espectador.



REPARTO DEL ESTRENO

Doña Carmen ROSA CATA

Lucia MARÍA ESTHER LAGOS

Don Miguel GREGORIO CICARELLI

Don Severino EFRAÍN CANTELLO

Chichilo PACO BUSTO

Carlos : JOSÉ OTAL

El Loro VALERIO CASTELLINI

Narigueta : TITO LUSIARDO





CUADRO PRIMERO









La familia de don Miguel ocupa dos habitaciones en el con¬ventillo. En el rincón izquierdo del escenario, la alta cama matri¬monial; en el derecho, la de Lucía. Mesitas de luz en cada cabe¬cera. Alfombrines raídos. La puerta del lateral izquierdo lleva al cuarto de Carlos y Chichilo; la del foro, al patio. A la izquierda de esta, . ventana sin hierros, con visillos. Entre puerta y ventana, dos alambres sostienen una cortina de cretona que, corrida, ocu¬lta entre sí ambas camas. Cristalero en primer término de izquier¬da y mesa con hojas "de media luna". Sillas de Viena y de paja. Baúles debajo de las camas. Una vieja palangana montada so¬bre armazón de madera hace de estufa. En el muro derecho cuel¬gan ropas cubiertas por un paño. Sobre la cama de los viejos, un cromo de la Virgen con palmas cruzadas y una repisa sostenien¬do un acordeón. En la cabecera de la otra cama, un crucifijo con gran moño. Las siete de la mañana. Invierno. Doña Carmen, sen¬tada en silla baja, calienta sus manos en el brasero. Los enseres del mate en el suelo; la "pava" en el fuego. Lucía termina de ves¬tirse. Chichilo, enroscado en las colchas, duerme sobre un col¬chón, a los pies de la cama de la hermana.



LUCÍA. -¿No vino papá, todavía?

DOÑA CARMEN. -No.

LUCÍA. -¡Qué frío!

DOÑA CARMEN (Brindándole el mate). -Toma. Caliéntase. (Lucía sorbe en silencio mirándose en el espejo del cristalero.) Cuida que no hirva el café.

LUCÍA. -Espere que me lave la cara, siquiera. Haga levantar a ese atorrante. (Por Chichilo.) Viene el viejo y empieza la trage¬dia. ¿Dónde habrán puesto la toalla?

DOÑA CARMEN. -La tiene Carlita afuera.

LUCÍA (Abriendo la puerta). -¡Brrr... qué frío!. .. (Mutis.)

CHICHILO (Soñando). -¡Se la pianta! ¡Pst! ¡Pst!

DOÑA CARMEN.-Chichilo.

CHICHILO (Retorciéndose). -¡Uh!. .. ¡Se la pianta! ¡Cretino!

DOÑA CARMEN (Tocándolo.). -Chichilo. Dormelón. Levántase, le digo.

CHICHILO (Incorporándose.). -¡Corran! ¡Corran!

DOÑA CARMEN. -¡Eh!. .. [Depiértasel (Chichilo abre los ojos.)

CHICHILO. -¿Dónde está Lucía? (Se sienta en el suelo.)

DOÑA CARMEN. -Lavándose. Toma. Caliéntase.

CHICHILO (Con ira.). -¡Qué sueño fulero! (Aparte.) Soñé que se la piantaban. (Devolviendo el mate.) ¿Los manubrios?

DOÑA CARMEN. -Qué sé yo.

CHICHILO (Sacando dos planchas de debajo del colchón) .- Aquí están (Hace flexiones. Carlos aparece por el foro, secándose la cara)

DOÑA CARMEN (A Carlos.). -Toma. Caliéntase. (Le brinda el mate.)

CARLOS (Sorbiendo.). -¿Qué hacé, Densey?

CHICHILO. -Cerrá la puerta.

LUCÍA (Desde torillo.). -Dame la toalla.

CARLOS (Arrojándosela.). -Ahí la tiene.

LUCÍA. -¡Eh!. .. (Doña Carmen cierra la puerta.)

CARLOS. -¿Cuándo será ese día que te vea no-cau a vo ... con la cabeza hinchada y la carretilla colgada de la oreja? (Mue¬ca. Da el mate a doña Carmen. Chichilo continúa sus flexiones conteniendo apenas su ira. Respira acompasadamente.) ¡Chifla¬dura! (Mutis izquierda.)

DOÑA CARMEN. -Toma. (Da el mate a Chichilo.)

CHICHILO. -¿No ve que no he terminado el run?

DOÑA CARMEN. -¿Qué?

CHICHILO. -Que no me haga hablar.

DOÑA CARMEN. -¿Por qué?

CHICHILO. -Porque no puedo respirar, ¿no comprende?

CARLOS (Adentro. Grita.). -¡No grite, mocoso!

CHICHILO (Arrojando las planchas.). -¡Ah; no se puede hacer nada! ¡Injusticía! Algún día me va a llevar en anda ese: "¡Yo soy el hermano!", va a decir: "¡Yo soy el hermano!" (Salta a la cuerda.)

DOÑA CARMEN. -Calláte. No lo pinchá. (Mutis izquierda con el mate.)

LUCÍA (De foro.). -Hacés mover toda la casa.

CHICHILO. -¡La otra! Andá al espejo a hacer ejercicios con los ojos, vo.

LUCÍA. -Mejor.

CHICHILO. -Pa meter a los cajetilla.

LUCÍA. -Mejor. (Se riza las patillas ante el espejo colgado.)

CHICHILO. -Coqueta.

LUCÍA. -Mejor. (Chichilo le arroja la cuerda.) ¡Burro!

CHICHILO. -¡Loca!

LUCÍA. -¡Burro!

DOÑA CARMEN (En la izquierda. Deteniendo a Chichilo que va a tirar una plancha.). -¡Chichilo!

CHICHILO. -Esta va a ser la desgracia de la familia, mama.

CARLOS (Adentro.). -¡A ver si empiezo a repartir castañas!

LUCÍA (Ante el espejo de la cabecera de su cama.). -Ja, ja!. .. ¡Qué miedo! (Mutis foro.)

DOÑA CARMEN.-Vamo, hijo, vamo. Cómo son, también. (Mutis detrás de Lucía, Chichilo pelea con la sombra.)

CARLOS (Por izquierda, luego de una pausa.). -Vámo; sacá ese colchón de ahí.

CHICHILO. -Ya voy; me falta un uno

CARLOS. -¡Llevá el colchón!. .. (Chichilo obedece de mala ga¬na.) Esa es otra. ¿Se puede saber pa qué dormís ahí todas las noches ahora?

CHICHILO. -Qué sabé, vo. Vo no ve nada. (Levanta el col¬chón.) Vo ... no me dejé entrenar. Vo ... seguí sin ver.

CARLOS.- ¿Y qué hay que ver? (Impidiéndole el mutis.) Hablá: ¿qué hay que ver?



CHICHILO (Dejando el colchón.). -Hay que ver el honor.

CARLOS. -¿Qué honor? (Susto.)

CHICHILO. -¡El honor de las mujeres! (Levanta el colchón.)

CARLOS (Asustado de lo que piensa.). -¿Qué mujeres? (Lo agarra.)

CHICHILO. -¡Che, golpes prohibidos, no!

CARLOS. -¡Hablá!

CHICHILO. -¡Largá! (Arroja el colchón.)

CARLOS. -¿Lucía?

CHICHILO. -Sí.

CARLOS. -¿Qué?

CHICHILO. -¿No ves qué linda se ha puesto?

CARLOS. -¿Y?

CHICHILO. -Que andan así los cajetillas.

CARLOS. -¿Y?

CHICHILO. -¿Y? .. ¡Qué pregunta! Que hay que cuidarla pa¬ra que no se la pianten. (Levanta el colchón.)

CARLOS (Arrebatándoselo.). -¿Para eso me has hecho asustar?

CHICHILO. -¡Ja!. .. Te parece poco. Así. .. como moscas están. Me tienen loco.



CARLOS. -Pero ... ¿vos sos un otario, entonces?

CHICHILO. -¡Ja, otario! Tan difícil que es trabajarse una mi¬na: le hablan de la seda, del capelín, del champán, de la milon¬ga; le hacen oír un tango, le muestran un reló pulsera, y se la re¬molcan. Después los viejos lloran y los hermanos atropellan, pe¬ro ya es tarde, ya es flor de fango que se arrastra, sin perfume. ¿No has visto en el teatro? Andá a ver. Te hacen llorar.

CARLOS. -Pero gil, ¿vos eres que a las mujeres se les enga¬ña? Las mujeres rajan cuando están hartas de miseria.

CHICHILO. -y bueno, ¿qué querés?: ¿somo rico nosotro? (Por Lucía que vuelve.) Cuidao.

LUCÍA. -El café. (Lo deja en la mesa. La miran los dos.)

CHICHILO. -Mirála cómo camina.

CARLOS. -¿Qué tiene?

CHICHILO. -¿No manyás cómo hace? ¡Tienen razón los ca¬jetillas! ¡Se nos van a meter en el patio! (Levanta el colchón. Lucía se ha ido por foro.)

CARLOS (Pensativo.). -Dejála que raje. Mejor para ella. Por lo que le espera aquí. En cualquier parte va a estar mejor. .. aunque esté mal.

CHICHILO (Deteniéndose con el colchón al hombro.). -¿Ah, sí? Ahora caigo; vos sos de esos hermanos que después las sha¬can. Eso también lo dan en el teatro. ¿No tenés vergüenza.

CARLOS (Atropellándolo.). -¿Qué?

CHICHILO.-¡Araca que soy tu hermano]. .. (Huye, Carlos se detiene.)

DOÑA CARMEN (Seguida por Lucía que va al espejo del foro.).-Pronto. Se enfría. (Sirve.) LUCÍA.-Yo no quiero.

DOÑA CARMEN.-¿Por qué?

LUCÍA.-No tengo ganas.

DOÑA CARMEN.-No come nada esta chica.

CARLOS (Después de observar a la hermana.). -Dale, meté¬le a la pastilla. Ya sé dónde vas a ir a parar vo.

LUCÍA.-Mejor.

DOÑA CARMEN.- Dejála tranquila. Toma el café. (Va al fue¬go otra vez. Tiene frío; se cubre la cabeza con la pañoleta.)

CARLOS.-Linda familia: un hijo loco, el padre sonso y la hi¬ja rea. ¿No hay pan fresco?

DOÑA CARMEN. -No, hijo. Hasta que no venga el viejo ... Anoche no ha quedado un centavo en casa.



CARLOS.-¡Hágame el favor: ni para pan!

LUCÍA (Desde el foro.).- Trabaje.

CARLOS.- Trabaje. ¡Ju!. .. Está bien. Pronto se va a acabar. ¿Esta es toda la azúcar que hay?

DOÑA CARMEN. -¿E poca? (Chichilo entra por foro y se sienta a la mesa.)

CARLOS. -¡Hágame el favor! (Parece que va a tirar la azucarera, pero vuelca el contenido en su taza.)

CHICHILO. -Araca, ¿y para mí no hay?

CARLOS. -Trabaje. (Come con buen apetito.)

CHICHILO. -¿Qué? ¿Lo voy a tomar amargo? No me gusta.

CARLOS. -Vaya acostumbrándose.

CHICHILO. -¡Como para estar en treining!. .. ¿No calotiaste en el café?

CARLOS (Dándole un paquetito de azúcar.).- Tome. Si no pienso yo ... pobre familia. (Por el desayuno.) ¡Ya está frío! (Co¬men.) Lucía.

LUCÍA.-¿Qué?

CARLOS.- Pedíle "La Nación" a la encargada.

LUCÍA. -¡Uffa! (Sale al forillo.)

CARLOS. -¡Cerrá la puerta!

LUCÍA (Reaparece.). -¡El viejo!

CARLOS. -¿Viene hecho?

LUCÍA. -No: trae la galera sobre los ojos.

CHICHILO. -¡Araca: bronca entonce!

CARLOS. -Ni el café con leche se puede tomar. ¡Qué gana de revoliar todo!. .. (Pero se lo bebe precipitadamente y va a sen¬tarse en primer término derecha. Lucía prepara la cama para que el viejo se acueste.)

DOÑA CARMEN (Renovando el mate.). -No le contestá, Carlito por favor. No lo haga enojá.

CARLOS. =-Que no me pinche.

CHICHILO. -Hágalo acostar en seguida, mama.

DOÑA CARMEN. -Séamo bueno. Pobre viejo; viene cansa¬do, muerto de frío. Séamo bueno.

MIGUEL (Gabán de lana velluda hasta los tobillos, "media ga¬lera ", bufanda y látigo. Trae una cabezada colgada al brazo; los bolsillos laterales llenos de diarios.). -Bon día. (Le contestan to¬dos, mientras él los mira. Deje: a los pies de su cama, galera, lá-tigo y cabezada.). ¿Ha venido ... ? (Un estornudo que viene de muy lejos lo detiene.) ¿Ha venido ... ? (Estornuda estruendosa¬mente, con rabia.). ¡Achírrepe!

DOÑA CARMEN. -Salute.

MIGUEL. -¡Achírrepe! ... E dos. ¡Schiatta! oo, ¡Achírrepe!... E tres. ¡Revienta!

CHICHILO (Aparte.). -¡Manyá qué presión trae!

MIGUEL. -Otro más ... e que sea l'últímo ... ¡Achírrepe! (Se suena.) ¿Ha venido Severino?

DOÑA CARMEN. --¿No? ¿Por qué?

MIGUEL. -Pregunto.

DOÑA CARMEN (El mate.). -Toma; caliéntase. (El viejo sor¬be con fruición.) Sentáte.

MIGUEL (Se sienta.). --Estoy cansado de estar sentado. (Le preocupa la actitud de Carlos. A Doña Carmen.) ¿Cómo estás? ¿Tiene frío?

DOÑA CARMEN.-Un poco.

MIGUEL. -Ha caído yelo esta noche. (Por Carlos.) ¿Qué tiene?

DOÑA CARMEN. -Nada. Piensa.

MIGUEL.-¿Igual que una persona? (Arrojándole un diario a sus pies.) ¡"La Prensa"!

CARLOS. -Gracia. Leo "La Nación".

MIGUEL (Arrebatándose.). -¡La ... !

DOÑA CARMEN. -Miquele. ,.

MIGUEL. -¡La ... ! (Conteniéndose, a doña Carmen.) ¿Comprende? ¡Qué hijo macanudo! Tremendo. Un día de esto lo ato al coche.

CARLOS (Aparte.). -¡Se lo rompo a patadas!

MIGUEL. -Levanta el diario. (Silencio.) ¡Levanta el diario!... (Carlos obedece.) Bravo.

CHICHILO (Sonriendo a don Miguel que se le acerca. Bajo, a doña Carmen). -Ahora se la cacha conmigo.

MIGUEL. -Bon provecho.

CHICHILO (Queriendo serle grato.). -Ya me lo dijo, viejo.

MIGUEL. -E se lo digo otra vez, ¿qué hay?

CHICHILO. -Y.:. no hay nada ... ni siquiera azúcar.

MIGUEL. ~¡Cállase la boca! ¡Sácase la gorra!. .. Bravo.

CHICHILO. -Diga.

MIGUEL. -¿Qué quiere?

CHICHILO. -¿No tiene sueño?

MIGUEL. -No. ¿Por qué?

CHICHILO. -Y ... yo tendría sueño.

MIGUEL. -Porque usté es una haragán, ¿comprende? Lucía. (Va hacia su cama.)

CHICHILO (A doña Carmen.). -Hágalo acostar, mama; déle el opio que si no ... Paqo siempre yo. (Mutis izquierda.)

MIGUEL. -Lucía.

LUCÍA (Que se da colorete a escondidas.). -¿Qué? ... ¿Llamaba?

MIGUEL (Viéndole las dos manchas de carmín.). -¿Qué se ha hecho?

LUCÍA. -¿El qué? (Tonta.) ,

MIGUEL (Apartándola, Discreto.). -¿Por qué hace eso?

LUCÍA. -No sé de qué habla.

MIGUEL (Mostrándole un dedo que tiñe en sus mejillas.).-Hablo de esto.

LUCÍA. -y bueno ...

MIGUEL. -E muy feo, hijita.

LUCÍA. -No; si se usa.

MIGUEL. -Hay mucha cosa que se usan ... e que son una por¬quería.

DOÑA CARMEN (Brindándole un mate, sin mirarle.). -Toma, Miquele.

MIGUEL. -Levanta la cabeza. (Le limpia con su pañuelo.) No me haga más esto.

LUCÍA. -¡Uff... qué olor a toscano!

MIGUEL. -Otra vez que yo la veo pintada ... (Irritación contenida.) ¡ .. .la castigo col látigo! (La empuja.)

LUCÍA. -y bueno ... si se usa.

DOÑA CARMEN. -Miquele, toma el mate.

MIGUEL. -¡Tómaselo usté! (Brusco.)

DOÑA CARMEN.-¿No quiere más? ¿Está feo?

MIGUEL (Arrepentido.). -No. Traiga. (Sorbe.) ¡Está riquísimo! (Cariñoso.) Lucía, venga. ¿Sabe?, tiene que hacer una almoha¬dilla para la cabezada de Mateo.

LUCÍA (Fastidiada.). -¿Más almohadillas?

MIGUEL. -Sí. El pobrecito caminaba dormido, seguramente, e se ha dado un cabezazo tremendo contra un automóvil. ¡Así se quemaran todo!

CARLOS (Que está leyendo.). -¿No te digo?

DOÑA CARMEN. -¿Se ha lastimado mucho?

MIGUEL. -Se ha hecho a la frente un patacone así de carne viva. ¡Tiene una desgracia este caballo! Siempre que pega ... pe¬ga ca la cabeza. Yo no sé. Una almohadilla igual, igual a aque¬lla que le hicimo para el batecola, ¿recuerda?

LUCÍA. -Sí. (Toma con asco la guarnición.)

MIGUEL. -Bravo. Tiene tiempo hasta la noche.

LUCÍA (A doña Carmen, al pasar.). -La dejo ahí, mama; des¬pués la hace usté.

DOÑA CARMEN. -Bueno. (Mutis de Lucía por izquierda.)

MIGUEL (Sacándose el capote.). -Al principio yo no hice ca¬so al golpe e ha seguido caminando por Corriente arriba -el choque fue a la esquina de Suipacha-. pero Mateo cabeceaba de una manera sospechosa, se daba vuelta, me meraba -con esa cara tan expresiva que tiene-, e me hacía una mueca ... así. .. como la seña del siete bravo.

CARLOS (Comentario.). -¿No ve? Si hasta juega al truco, ahora.

MIGUEL. -Yo no sé ... (Ríe complacido, recordando.) Este Ma¬teo ... e tremendo. Hay vece que me asusta. N'entendemo como dos hermanos. Pobrecito. Me ha bajado e con un fóforo so ido a ver. ¡Animalito de Dios! Tenía la matadura acá ... (Sobre un ojo.) e de este otro lado un chichón que parecía un casco de vigilan¬te requintado. Pobrecito. Se lo meraba como diciéndome: "Mi¬quele, sacame esto de la cabeza". Le ha puesto un trapo moja¬do a la caniya de Río Bamba e Rauch, mordiéndome de estrilo. ¡L'automóvil! ¡Lindo descubrimiento! Puede estar orgolloso el que I'ha hecho. Habría que levantarle una estatua ... ¡arriba de una pila de muertos, peró! ¡Vehículo diabólico, máquina repu¬ñante a la que estoy condenado a ver ir e venir llena siempre de pasajero con cara de loco, mientra que la corneta, la bocina, lo pito e lo chancho me pifian e me déjano sordo.

CARLOS. -Es el progreso.

MIGUEL. -Sí. El progreso de esta época de atropelladores. SÍ, ya sé. Uno protesta, pero es inútil: son cada día más, náceno de todo lo rincone; so como la cucaracha. Ya sé; ¡qué se le va ha¬cer! ¡Adelante, que síqano saliendo, que se llene Bonos Aire, que hágono puente e soterráneo para que téngano sitio ... yo es¬pero; yo espero que llegue aquel que me tiene que aplastar a mí, al coche e a Mateo! ¡E. ojalá que sea noche misma!

DOÑA CARMEN. -Acostáte, Miquele.

CARLOS. -Claro, usté respira por la herida, pero ... hay que entrar, viejo: hay que hacerse chofer.

MIGUEL (En el colmo del asombro.). -¡¿Quién?!. .. ¡¿Yo?!. .. ¿E usté e mi hijo? .. Cármene, ¿este es hijo mío, seguro?

DOÑA CARMEN. -No le haga caso; acostáte.

MIGUEL. -¿Yo chofer? Ante de hacerme chofer -que son lo que me han quitado el pane de la boca- ¡me hago ladrón! ¡Yo vaya morir col látigo a la mano e la galera puesta, como murió me padre, e como murió me abuelo! Chofer. .. ¡No! Lo que yo tendría que ser so do minuto presidente. ¡Ah, qué piachere!. .. Agarraba los automóvile con chofer e todo, hacía un montón así, lo tiraba al dique, lo tapaba con una montaña de tierra e po¬nía a la punta este cartel: "Pueden pasar. Ya no hay peligro. ¡S 'acabó I'automóvile! ¡Tómeno coche!".

DOÑA CARMEN. -Ha trabajado poco anoche.

CARLOS. -La pregunta ... ¿No ve cómo viene?

MIGUEL. -No; mucho. Un viaje de ocho cuadra. Se bajaron para tomar un automóvil. Estaban apurados ... E todavía me dis¬cutían el taxímetro: "¡Está descompuesto!. .. ¡Está descompues¬to! .. ¡Ladrones!" "¡El que está descompuesto soy yo!" -le ha contestado. He tenido que revoliar el fierro para cobrar.

CARLOS. -¡También ... con ese coche!

MIGUEL. -¿Qué tiene el coche?

CARLOS. -Nada. Cada rendija así; la capota como una espumadera. Yo no subía ni desmayao.

MIGUEL. -Natural, no es un coche para príncípe.

CARLOS. -¡Qué príncípe! ¿Y el caballo?

MIGUEL. -¿Qué va a decir de Mateo?

CARLOS. -Ese no es un llobaca.

MIGUEL. -¿E qué es?

CARLOS. -Es una bolsa de leña.

MIGUEL. -¡Mateo, una bolsa de leña!

CARLOS. -Una cabeza grande así, el anca más alta que el cogote, partido en dos, los vasos como budineras, lleno de be¬rrugas, casi ciego ... ¿qué quiere? Da lástima. La gente lo mira, le da gana de llorar y raja.

MIGUEL. -y sin embargo tiene más corazón que usté. Hace quince años que trabaja para usté sin una queja.

CARLOS. -Por eso: jubileló.

MIGUEL. -Cuando usté me compre otro; yo no puedo.

CARLOS. -No se queje, entonces.

MIGUEL. -Yo no me quejo de él, me quejo de usté. Mateo reventado e viejo me ayuda a mantener la familia; me ayuda ... ¡la mantiene! Yo me quejo de usté, que se burla de él e vale mucho meno.

CARLOS. -Ese berretín va a ser su ruina. No veo la hora de que se le muera.

MIGUEL. -Es claro. Cuando Mateo se muera, usté se va a reír. E cuando me muera yo, como él, reventado, viejo y triste ... usté también se va a reír.

DOÑA CARMEN. -Miquele, ¿qué dice?

CARLOS. -No tome las cosas al revés.

MIGUEL. -Eh ... te conozco mascarita.

CARLOS. - ¡Ah! Dice cada cosa ... Todo porque no traigo plata. Siempre la plata. Un día de estos, ¡lo voy a ahogar en la plata! (Mutis hacia la calle.)

MIGUEL (Lo corre. En la puerta.). -¡Porquería! ¡Malevitol. .. ¡Chofer!

DOÑA CARMEN. -No haga caso, Miquele. Está con la luna. Acostáte.

MIGUEL. -No me acuesto nada.

DOÑA CARMEN. -¿No tiene sueño?

MIGUEL. -Sí, pero no tengo gana de dormir. Espero a Severino.

DOÑA CARMEN. -¿Severino? ¿Vas a pedirle plata otra vez?

MIGUEL. -¿E qué quiere hacer? (Pausa.)

DOÑA CARMEN.-¿Cuánto le debe?

MIGUEL. - Tresciento peso. Respondo con coche e co Mateo. Pobrecito ... lo tengo hipotecado.

DOÑA CARMEN. -¿No hay otro amigo a quién pedir?

MIGUEL. -¿Cuál? Diga. Amigo tengo mucho, pero so toda persona decente: no tiene ninguno un centavo. Al único que conozco con la bolsa llena es a Severino.

DOÑA CARMEN. -¿E tú sabe cómo la ha llenado? .

MIGUEL. -¿E quién lo sabe? .. Con su sudor no será. Nadie llena la bolsa col sólo sudor suyo ..

DOÑA CARMEN. -Díceno que de noche ayuda col coche a lo ladrone.

MIGUEL. -No diga macana. ¿Usté lo ha visto? .. Yo tampoco. Después ... no hay otro remedio. La plata hay que pedirla a quien la tiene.

DOÑA CARMEN. -Es un tipo que me da que pensar.

MIGUEL. -Cuando se tienen hijo no hay que pensar, hay que darle de comer; ¿comprende? .. (Meditan silenciosos.)

DOÑA CARMEN. -¿Para el mercado ... ha traído?

MIGUEL. -No. Se me pone pata arriba, no me cae un cobre.

DOÑA CARMEN. -¿E cómo ha cerno?

MIGUEL. -¿No te fía?

DOÑA CARMEN. -No. Le debo once peso ya. Es un carnice¬ro tan antipático.

MIGUEL. -¡Ah! (Se despeina.)

DOÑA CARMEN. -No te enojá ... A lo mejor me fía. A lo me¬jor me fía. No te enojá.

MIGUEL (La atrae hacia sí, conmovido.). -Bah, bah. Espere¬mo a Severino. (Pausa.) El corralón tampoco I'ho pagado. Me lo quieren echar a la calle a Mateo. No sé donde lo voy a llevar. .. (Para alegrarla.) Lo traigo acá. Lo ponemo a dormir con Carlito; así se ríe. (La vieja lo mira desolada. Silencio.) Sí; con la carrín¬danga ya no hay nada que hacer a Bono Saria. El coche ha ter¬minado, Carmené. L'ha matado el automóvil. La gente está pre¬senciando un espectáculo terrible a la calle: I'agonía del co¬che ... pero no 'se le mueve un pelo. Uno que otro te mira nel pescante, así. .. con lástima; tú ves el viaje e te párase ... ¡man¬co pe I'idea!. .. por arriba del caballo te chistan un automóvil. (Pausa.) ¿Tú has sentido hablar del muerto que camina? .. Es el coche. (Pausa.)

DOÑA CARMEN (Compungida.). -¡E qué hacemo, Miquele?

MIGUEL. -Eh ... Tirare la manga a Severino. ¿Qué quiere ha¬cer? (Meditan, el viejo apoyado en el hombro de la vieja.)

LUCÍA (De izquierda.). -Papá, ¿me trajo los siete pesos para reformarme el vestidito?

MIGUEL. -No he podido.

LUCÍA. -¿Tampoco puedo ir a ese casamiento, entonces?

DOÑA CARMEN. -Va col vestido que tiene.

LUCÍA. -¡Ah, sí, cómo no! Como una rea.

MIGUEL. -No vaya, entonce. Cuando no se puede, no se pue¬de. No hay que ser tan cascarilla.

LUCÍA. - Sí; cascarilla. Un día de estos me conchabo en la fábrica.

DOÑA CARMEN (Súbita.). -No; a la fábrica no quiero. Tengo miedo.

LUCÍA (A don Miguel.). -¿No ve? (Por su indumentaria.) Yo no puedo verme más así.

MIGUEL. -¡E yo tampoco!

DOÑA CARMEN. -¡Cállate, Lucía!

LUCÍA. -Sí; cállate. No sé para qué es linda una si no puede ponerse encima un trapo que le quede bien.

MIGUEL (A doña Carmen.). -¿Comprende? (A ella.) Usté se¬ñorita pretenciosa, es linda, pero es pobre.

LUCÍA. - Sí, ya sé; ¡pero es muy triste, muy triste! (Mutis foro.)

MIGUEL. -¿Comprende? E tiene razón. La culpa es mía. Yo no tengo derecho. a hacer sufrir a mis hijos. E ello se quejan. E tienen razón. ¡La culpa e mía!

CHIC HILO (De izquierda.). -¡Lucía! ... Mama, ¿dónde está Lucía? (Fintea.)

DOÑA CARMEN (Señalando.). -Ha salido.

MIGUEL. -¿Qué tiene?

CHICHILO. -Nada. (Mutis hacia la calle.)

MIGUEL. -Cada día está más sonso.

CHICIHILO (Reapareciendo.). -Ahí viene don Severino. (Mutis.)

MIGUEL. -Meno mal. Alegráte, Cármene. Este nos salva.

SEVERINO. -Bon día. (Es un "funebrero". Levita Tubo. Plastrón. Afeitado. Pómulos prominentes. Dos grandes surcos hacen un triángulo a su boca de comisuras bajas.)

DOÑA CARMEN. -Bon día. (Le disgusta la visita. Pero hasta su disgusto es dulce.)

MIGUEL. -Adelante, Severino, adelante. ¿Trabaja hoy?

SEVERINO (Arrastra las palabras. Tiene una voz de timbre fal¬so, metálico. De pronto sus ojos relampaguean.) -Sí; tengo un entierro a la nueve. Al coche de duelo.

MIGUEL. -Siéntase. (Indica a la vieja que se siente.)

SEVERINO. –Gracias. (Se sienta.)

DOÑA CARMEN. -¿La familia?

SEVERINO. -Vive

MIGUEL. -¿Mucho trabajo? (Se sienta entre los dos.)

SEVERINO. -¡Uh!. .. (Las diez yemas de los dedos juntas.) Asi; a montone. (Silencio.) ¿Sabe quién' ha muerto ayere?

MIGUEL. -¿Quién?

SEVERINO. -Cumpá Anyulino.

DOÑA CARMEN. -¡Oh, pobrecito!

MIGUEL. -¿Y de qué?

SEVERINO. -Na bronca-neumonía. (Triste.) Lo hemo llevado a la Chacharita. Yo iba al fúnebre. (Despectivo.) Con do caballo nada más.

DOÑA CARMEN. -¡Oh, qué pena, qué pena! (Tiene lágrimas ya.)

MIGUEL. -Mejor para él; ya está tranquilo. (Silencio.)

SEVERINO. -¿Sabe quién ha muerto el sábado?

DOÑA CARMEN. -¿Otro?

SEVERINO. -Una hija de Mastrocappa.

DOÑA CARMEN. -¡Oh, poveretta!

SEVERINO. -Vente año. Tubercolosa. (Don Miguel ya está fastidiado.) La hemos llevado a la Chacarita, también. (Despec¬tivo.) A un nicho, al último piso, allá arriba. (Silencio.) Hoy voy a la Recoleta. Ha muerto el teniente cura de la parroquia.

DOÑA CARMEN. -¡Vérgine Santa! ¿E de qué?

MIGUEL. -¡De un acchidente!

SEVERINO. -No. A un choque de automóvil.

MIGUEL. -¿Ah sí? ¡Me gusta, estoy contento! ¡Mata, aplasta, revienta, no perdone ni al Patreterno! Me gusta.



SEVERINO (Sin inmutarse.). -En medio menuto ha entrega¬do el rosquete. Se rnoere la gente a montone. Da miedo. Ayer, a la Chacarita, entraron ciento cincuenta cadáveres. Ante de ayer, ciento cuarenta y cuatro ... (Doña Carmen llora moviendo la cabeza.) Ante de ante de ayere ...

MIGUEL (Señalándole a la vieja.). -¡Eh ... Severino ... no cuen¬te más ...

SEVERINO. -¿Qué? ¿Le hace mal efecto, doña Cármene? Eh, la vida es así. Todo tenemo que ermenar allá. Mañana us¬té ... pasado mañana él, dentro de muchos años yo ... pero to¬dos ... todos.

DOÑA CARMEN. -Cuanto má tarde mejore, don Severino.

SEVERINO (Con un relámpago.). -¡Eh, se comprende! ... (Triste.) Pero es inútile , no hay salvación. ¡Usté corre, corre, pe¬ro la Parca te alcanza! (La mandíbula desencajada y las manos como garras.)

MIGUEL. -¡Uh, cumpá, cómo tráese la guadaña esta mañana!

SEVERINO. -E que la vida e triste, Mequele.

MIGUEL. -Pero tú la hace chiú puerca todavía. Parece una capilla ardiente. Traes olor a muerto.

SEVERINO. -E la ropa.

MIGUEL.-¡Sacáte esa chemenea!

SEVERINO. -¿Me queda male? ... (Se la quita. Tiene una pe¬lada diabólica.)

MIGUEL. -Asusta. Parece el cuco.

SEVERINO.-La falta de costumbre. (Lustra el tubo.) Al prin¬cipio, en casa, lo chico lloraban ... ahora, si se la dejo, I'escupen adentro. (Busca sitio seguro para dejarla.)

DOÑA CARMEN (Aparte a Miguel.). -Yo voy. Te dejo solo, así puede hablar.

MIGUEL (Ídem). -Sí. (Por Severino.) Este está en casa. Dígale al carnicero que mañana pagamo. Mañana pagamo todo. Es¬tá tranquila, alegráte.

SEVERINO. -¿A dónde la puedo dejar que no s'ansucie?

DOÑA CARMEN. -Aquí no más. (La cama de Lucía.) Con permiso.

SEVERINO. -¿Va al mercado? No compre fruta que tiene la fiebre tifu. (Mutis de doña Carmen. A Miguel, mirándolo de sos¬layo.) Bueno.

MIGUEL. -Bueno ... Sentáte, Severino.

SEVERINO. -Acá estoy. Ha hecho biene, Mequele, de acor¬darte de mí. Estaba precisando esta plata que te hadado.

MIGUEL. -¿La precisa? ...

SEVERINO. -Sí. Esta mañana se me vence na cuota de la casita que estoy levantando a Matadero. ¿Me vas a pagare todo?

MIGUEL. -Este ... (Aparte.) ¡Linda entrada! (Alto.) Yo quisie¬ra pagarte, Severino, pero ... resulta que ... no puedo pagarte nada porque estoy así. (Cierra los ojos.)

SEVERINO. -¿Para qué me ha hecho venire, entonce?

MIGUEL. -Pensando que… (Está corrido.) como siempre te has portado tan bien ... en fin … ¿comprende? ... si quisiera prestarme... todavía... por última vez...

SEVERINO (Como dijo: Parca.). -¿Más plata?

MIGUEL (Afirmando). – Ah… ma poca…

" SEVERINO. -No, Mequele; ne poca ne mucha. Basta. La plata, a mí me cuesta ganarla. Estoy cansado de cargar muerto.

MIGUEL. -El muerto sería yo.

SEVERINO. -No, yo. Usté está así porque quiere. Es un ca¬prichoso usté. Tiene la cabeza llena de macana usté. Eh, e muy difíchile ser honesto e pasarla bien. ¡Hay que entrare, amigo! Sí, yo comprendo: saría lindo tener plata e ser un galantuomo; ca-menare ca la frente alta e tenere la familia gorda. Sí, saría moy lindo agarrar el chancho e lo vente. ¡Ya lo creo!, pero la vida e triste, mi querido colega, e hay que entrare o reventare.

MIGUEL. -Severino ... yo te pido plata e tú me das consejo.

SEVERINO. -Consejo que so plata. Yo también he sido como usté: cosquiyoso. Me moría de hambre. Ahora sé que el pane e duro e que lo agarra cada cuale ca las uñas que tiene.

MIGUEL. -¿Esto quiere decir que me deja a la intemperie?

SEVERINO. -Esto quiere decir que te espero uno cuanto día más e se no me págase te vendo la carrindanga y el burro.

MIGUEL. -¿Tú?

SEVERINO. -¡Io!

MIGUEL. -¿Es posible?

SEVERINO. -¡Tanto!

MIGUEL. -¿E qué tengo que hacer?

SEVERINO. -Lo que hago yo.

MIGUEL. -:-¿E qué hace usté?

SEVERINO. -No pido limosna.

MIGUEL. -¡Ah,quisto no!

SEVERINO. -¡Ah, quisto sí!

MIGUEL. -¡Uí Severí!. ..

SEVERINO. -¡Ui, JVtequé!. ..

MIGUEL. -¡Tú si nu mal amigo!. .. (Avanza iracundo.)

SEVERINO. -¡E tú nu aprovechadore que quiere hacer el hombre honesto ca la plata mía!

MIGUEL (Deteniéndose. Aparte.). -¡La Madona ... qué zapallazo!

SEVERINO (Regocijado.). -Parece que tengo razone, ¿eh? .. ¿Le duele? ¡Ah!. .. (Está detrás de él.) ¿Te acuérdase de aquel día que me rechazaste uno vaso de vino "por qué no sabía cómo lo ganaba"?

MIGUEL. -¿Io?

SEVERINO. -Tú.

MIGUEL. -No m'acuerdo.

SEVERINO. -Yo sí; e lo tengo acá todavía. (En la garganta.) Me despreciaste porque yo había dejado de hacer el puntilloso; me insultaste, Mequele, e hiciste male, porque yo, ahora; tengo una casa mía, la mojer contenta e los hijo gordo; mientras tú, con tu orgullo, tiénese que pedirme la lemosna a mí para seguir viviendo a esta pieza miserable, esperando que la familia, can¬sada de hambre, te eche por inútile.

MIGUEL. -Calláte ... ¿por qué me trabaja así?

SEVERINO. -¡Eh!. .. Hay que entrare, amigo. La vida es una sola, e a lo muerto lo llóramo uguale cuando han sido honesto que cuando han sido deshonesto.

MIGUEL.-Calláte, Mefestófele.

SEVERINO. -Ascucha, San Mequele Arcángelo; está a tiem¬po todavía. Aprenda a vivir. Hay mucho trabajito por ahí ... se¬creto ... sin peligro ... que lo págano bien.

MIGUEL. -No me trabaje ... no me trabajé más ... que me agarra cansado.

SEVERINO. -Cuando usté quiera le consigo uno. (Yendo hacia el foro.) Nadie se entera de nada ... sigue siendo don Meque¬le ... págase a los amigo ... e da de comer a los hijo, que so más sagrado que l'apellido.

MIGUEL. -¡Andáte, Satanás ... que te estoy viendo la cola! ¡Tú si nu malamigo! ¡Tú eres un mal amigo!

SEVERINO. -Ahora, se no quiere entrare ... hay una manera de salire.

MIGUEL. -¡¿Cómo!?

SEVERINO (Señalando al Cristo.). -Mira, ahí lo tiene. Pídale a Yesu-Crísto que te salve. Puede ser que t'ascucha. Yo no. (Se encaja la galera y mutis.)

MIGUEL. -¡Cruz diablo!' .. (Yendo hacia el cromo.) ¡Madona doloratta, tú que si tanto buena, hágale morder la lengua; así se avelenal (Se echa sobre la cama. Lucía, huyendo de alguien, pesa por forillo. Chichilo, aparece con un ojo "negro". Anda como un boxeador. En medio de la escena repite el "round" que acaba de sostener. Fintas, golpes, esquivadas, recibe el directo el oio, queda knock-down, reacciona, atropella y golpea furiosamente.)

MIGUEL (Que lo mira hace rato como a un loco.). -¡Chichilo!

CHICHILO. -¡Ay, dió! No se ha dormido todavía. (Se dirige hacia la izquierda ocultando el ojo a don Miguel.)

MIGUEL (Deteniéndolo.). -¿Qué le pasa? (Ve el ojo.) ¿Qué se ha hecho?

CHICHILO. -Nada ... me caí.

MIGUEL. -¿Contra una castaña?

CHICHILO. -Vaya a ver al otro cómo quedó. No-cau. Un cross a la mandíbula. La está buscando.

MIGUEL. -Bueno ... esto no puede seguire. Aquí el único que está no-cau soy yo. ¡No puedo más! Tiene que hacer juicio, hi¬jo mío; ya ha pasado la edá de la calesita. Yo, a su edá, ya es¬taba sentado al pescante para ayudar a mi padre. (Se enterrie¬ce.) E usté juega, salta e mira la luna, míentra su mama se mue¬re de tristeza. Hijo mío ...

CHIC HILO (Acongojado.). -¿Por qué me habla así?

MIGUEL. -Para despertarlo. Hijo mío, a mí me da mucha pe¬na hacerlo trabajar en vez de estudiar, como yo quisiera, pero no tengo más remedio, l'agua me ha llegado al cuello e me aho¬go ... me ahogo...

CHICHILO (Llorando.). -Tata, no me hable así ... que me hace llorar.

MIGUEL. -Hijo, ¿usté no piensa trabajar?

CHICHILO. -Sí, pienso ... pero me distraigo.

MIGUEL (Airado.). -¡L ánima que t'ha creato!

CHICHILO. -Yo tengo la idea en otra parte. No me mande trabajar, viejo; si usté me hace trabajar me arruina.

MIGUEL (Susto.). -¿Está enfermo?

CHICHILO. -No. Yo lo ayudaré, pero no ahora.

MIGUEL. -¿E cuándo? ¿Cuando Severino me lleve a la Chacarita? .

CHICHILO. -Más adelante. Usté no sabe ... Yo tengo un gran porvenir. Voy a ser célebre. Vaya tener plata, mucha ... para. llenar de seda a Lucía, para comprarle una casa a mamá y a usté una cochería. Dejemé. No me diga nada. Va a volar. Vamo a vivir como reye ... pero no me apure, no me apure que me arruina.

MIGUEL (Asustado. Zamarreándolo.) -¡Eh, Chichílo! ... ¿de dónde va a sacar todo eso?

CHICHILO. -¿De dónde? Mire. (Se quita el saco. Muestra su contextura. Anda sacando el pecho.) ¡Toque! ... ¡Esto es plata! ...¡Toque! ...

MIGUEL. -¿Qué dice?

CHICHILO. -¡Manye que' juego de piernas!

MIGUEL. -¡Estamo todo loco!

CHICHILO. -¡Yo vaya ser el primer boxeador del mundo!

MIGUEL. -¡Es un atorrante! ¡No puedo contar con ninguno! ¡Un día de esto me encierro a esta pieza con toda la familia e le prendo fuego!

CARLOS (Por el foro.). -¿Qué pasa?

MIGUEL.-¡Pasa que se acabó! [Pasa que no hay má morfi! ¡Pasa que el que no trabaja no come!

CARLOS. -Yo he trabajado siempre. Ahora no encuentro.

MIGUEL. -¿E por qué dejó la carnicería?

CARLOS. -Porque soy muy peligroso con un cuchillo en la mano.

MIGUEL. -¿E la panadería?

CARLOS. -Se revienta de calor. ¿Qué quiere?

MIGUEL. -¿E por qué no agarró el coche que yo le había con¬seguido?

CARLOS. -¡¿Yo cochero?!. .. ¡Ja!. .. ¡No faltaba más! ¿Para vi¬vir como usté? ¡Ja ... ¡Salga de ahí! ¡Ja! ...

MIGUEL. -jUsté es otro atorrante! ¡Ja! (Lo imita.) ¡Quiere que yo lo mantenga! ¡Ja! ¡Pero yo no puedo más! ¡Jal ¡E yo lo echo de casa! ¡Já, já!

CARLOS. -¿Me echa?

MIGUEL. -¡Afuera!

CARLOS. -¡Mejor! ¡Estoy hasta aquí de sus gritos!

MIGUEL (Alcanzándolo.). -¡No so grito, so coscorrone! (Se los da.)

CARLOS. -¡¡¡Tata!!!

MIGUEL. -¡So coscorrone!

CHICHILO (Interuiniendo como un referée.). -¡Fau!. .. ¡Fau! ¡Golpe prohibido!. .. ¡Breack!. .. ¡Breack!. .. (Intenta separarlos. Mi¬guel de un cachetazo lo echa de bruces en el proscenio.)

CARLOS (En el foro.). -¡Se va a arrepentir! (Mutis.)

MIGUEL (Sobre Chichilo). -Chichilo... (Cuenta, esperando que se levante para golpearlo.) Uno ... dos ... tres ... (Apura.) cua¬tro, cinco, seis, siete ... ocho ... nueve ...

CHICHILO (Poniéndose en guardia de un salto.). -Estaba descansando.

MIGUEL. -¿Ah, sí? ¡Aspera! (Va en busca del látigo. Chichiio huye por izquierda sin que le alcancen los latigazos. Deteniendo¬se.) ¡Madona santa, a lo que hemo llegado!. ..

DOÑA CARMEN (En la puerta del foro, dejando caer la canasta vacía.). -Miquele ...

MIGUEL. -¡Qué!. .. ¿No te ha fiado? ... ¿No hay qué comer?

DOÑA CARMEN. -Miquele ... ¿Ha echado a Carlito? ¿E cierto?

MIGUEL. -Sí. No puedo más yo solo.

DOÑA CARMEN (Transfigurada.). -¡E mi hijo! ¡No tiene de¬recho! ¡Tenemo que alimentarlo!

MIGUEL. -¡Cármene!. ..

DOÑA CARMEN. -¡Osté tiene la obligación de mantenerlo; para eso lo ha hecho!

MIGUEL. -¡Cármene!. ..

DOÑA CARMEN. -¡Yo no quiero! ¡E mi hijo! ¡E mi hijo!

MIGUEL. -Sí. Tiene razón. Yo tengo la culpa. Tiene razón. (Toma tembloroso su gabán y su sombrero.)

DOÑA CARMEN. -¡E mi hijo!

MIGUEL. -¡Basta, no diga más. 'Tiene razón. Se lo voy a traer. Se lo voy a traer. .. (En el foro y como una decisión repentina.) e voy a traer plata también! ¡Mucha plata!. .. Mucha plata! (Mutis.)

DOÑA CARMEN (como una explicación.). -;-¡E mi hijo!. .. ¡E mi hijo!. ..















TELON



























CUADRO SEGUNDO





Edificio en construcción. Junto a las tablas que lo aíslan de la vereda, un farol roto. A la derecha continúa la línea de casas. Poca luz. Las dos de la mañana. Hace un frío cruel. Segundos antes de levantarse el telón, Don Miguel ha detenido su coche a la derecha.



MIGUEL (La galera sobre los ojos, la bufanda hasta la na¬riz.).-Hemos llegado. (Narigueta y el Loro asoman dentro del coche.) Hemo llegado. (Sin volverse.) ¿Se han dormido?

NARIGUETA. -St. .. (Al loro.) Abajáte.

LORO. -Pero ... che ...

NARIGUETA. -¿Qué?

LORO (Señalando hacia la izquierda.). -Allí hay parada.

NARIGUETA. -No.

LORO. -¿Y eso?

NARIGUETA. -De recorrida, seguramente. Para en la otra cuadra. ¡Guarda!. .. ¡Metéte! (Se esconden.)

MIGUEL (Rígido.). -¿Qué hay? ... ¿No es acá?

NARIGUETA. -St... Hablá despacio.

MIGUEL (Susurra.). -¿No es acá?

LORO. -Sí.

MIGUEL. -Entonces, ¿qué pasa?

NARIGUETA. -Hay ropa tendida. -.

MIGUEL. -¿Ropa tendida? ¿Adónde? ... (Se pone de pie; mira por encima en la capota.) Pero ¡a la esquina hay un agente!

LORO. -¡St!

NARIGUETA. -¡Agacháte! (Lo empujan.)

MIGUEL (De rodillas en el piso del pescante, la cabeza junto a la rueda.). -¡A la madonna…!Espían los tres.) Diga ... ¿No se¬ría mejor venir mañana?

NARIGUETA. -¿Tenés miedo?

MIGUEL. - ¿Quién? ¿Yo? ¡No, faltaría más! ¿Con quién pien¬sa que está 'hablando? ¡Yo soy un brigante! Yo soy ... ¿Quiere ver que lo llamo? (Por el agente.)

NARIGUETA. - ¡Vamo!

LORO. -¡Calláte!

MIGUEL. -No se asusten. No se asusten. (Aparte.) ¡San Mateo martirizado, haga que venga este vigilante! (Alto.) ¡Ahí viene! (Con las riendas.) ¡Vamo, Mateo!

LORO. -¡Paráte!

NARIGUETA. -¡Quedáte ahí!

MIGUEL. ~¡No, no; con la policía no juego! (Azuza.)

LORO. -¿No ves que se va?

MIGUEL. -¿Está seguro? A ver ... (Espían. Aparte.) Tenemo miedo los tres; no lo podemo disimular. (A ellos. Sonriente.) Parecía que venía. ¡Qué error! .. No vaya a creer que es miedo. Allá en Italia ... cuando yo hacía el camorrista ... Mire: una vez ... Oiga este cuento. Siéntense.

LORO,-Salí de ahí.

MIGUEL. ,..E lindo.

NARIGUETA. =-Estás borracho vo.

MIGUEL -¿Quién? ¿Yo?¡Amalaya! (Aparte, mientras Narigueta y Loro Van hacia la izquierda.) No hay caso. Esta noche robamo. ¡L'ánima mía!

NARIGUETA (Al Loro.),-Che, este gringo es un paquete.

LQRO.-No hombre. Es pariente de Severino. Dice que es de ley. Él responde.

NARIGUETA. -¿Y por qué no vino él mismo?

LORO. =-Ande con el Negro. (Miran a don Miguel.) No creas.

Eso de Italia es cierto. Trabajó con Severíno, Hasta creo que tiene una muerte.

NARIGUETA. -¿Ese?

LORO. -Sí.

NARIGUETA. -¿Con esa cara? Me da mala espina. Pero: manyálo.

MIGUEL (Aparte.). -¿Me la querrano dar a mí? ... (Saca disimuladamente un talero de hierro del cajón del coche.) Por si acaso... (A ellos.) ¿Qué hacen? Ya se ha ido el vigilante, ahora. ¿No se deciden? ¿Tienen miedo? ¡Qué vergüenza!

LORO (A Narigueta.). -Vamo. Perdemos tiempo. Estás siempre lleno de grupo. Vamo. (Mutis izquierda.)

NARIGUETA (A Miguel.). -Va ... sentáte. No llamés la atención. (Mutis.)

MIGUEL (De bruces sobre la capota.). -¡Narigueta! ¡Narigueta!

NARIGUETA (Reapareciendo.). -¿Qué hay?

MIGUEL. -Yo ... ¿me quedo solo acá?

NARIGUETA. -¿Qué querés?

MIGUEL. -Por eso. Pregunto. Diga, Narigueta. (Con su mejor sonrisa.) ¡No vaya a degollar a ninguno, ¿eh?!

NARIGUETA. -¿Sos sonso, vo?

MIGUEL. -Es un chiste.

NARIGUETA. - ¡Cuidao! ¡Si te movés de ahí te fajo donde te encuentre! (Mutis.)

MIGUEL (Sin moverse.). -¡Qué facha de asasino tiene! (Pausa.) ¡Qué oscuridá!. .. ¡Qué silencio!. .. ¡Qué frío!. .. Hay que entrare, amigo. (Tiritando desciende del coche con grandes precauciones.) ¿Cómo; no ... tambaleo? Me he tomado una botella de anís e no he podido perder el sentido. ¡Qué lástima!. .. Se la ha tomado la paúra. No hay borrachera que aguante. (Se sopla los dedos. Va a calentárselos en la lumbre del farol. El coche se mueve. Con todo su miedo no mira.) ¿Quién anda? . .. (Sin moverse de su sitio, armado del talero, mira entre las ruedas, después al caballo.) Sssté ... Mateo ... ¿Qué hace? ¿Por qué me asusta? Mateo. Miráme, Mateo. Nenne ... ¿No me quiere mirar? Soy yo. Yo mismo. ¿Qué hacerno? Robamo. Usté e yo somo do ladrone. Estamo esperando que el Narigueta y el Loro traigan cosa robada a la gente que duerme. ¿No lo quiere creer? .. Yo tampoco. Parece mentira. ¿No estaremo soñando? (Se pellizca, se hace cosquillas, tironea su bigote.) No; estoy despierto. Entonce, ¿qué hago acá? .. ¿Soy un ladrón? .. ¿Soy un asaltante? .. ¿E posible? .. No. No e posíbile. No. ¡No! ¡¡No!! (Va a huir. Se toma del pescante. Recapacita.) ¿Y Severino? No puedo hacerle esta porquería. Me ha recomendado. Me he comprometido. He dado mi palabra de honor. Sería un chanchado. Hay que entrare. Hay que entrare. (Tiritando se sienta en el estribo.) Qué silencio. Parece que se hubiera muerto todo. ¿Quién será la vitima? Pobrecito. A lo mejor está al primer sueño durmiendo como un otario... soñando que está a la cantina feliche e contento . .'. mientra que el Loro le grafiña todo. Pobre. Que me perdone. (Pitada, lejos.) ¡Auxilio!. .. (Corre al pescante. La nota corta de "ronda" lo sorprende con una pierna en alto. Desfallece.) ¿No te lo podías tragar este pito? (Apoyado en el farol enciende un toscano. Con el fósforo encendido aún tiene una alucinación.) ¿Quién está dentro del coche? .. ¡Severino!. .. Sever... (Se restrega los ojos.) Es el anís. Estoy borracho. (Sonríe. Se quema.) ¡L'ánima túa! (Por los ladrones.) ¡Cómo tardan!. .. Qué soledá. ¿Quién viene? .. (Se vuelve, alelado.) ¡El vigilante! (Se pone de pie, rígido.) No. Creo que me está entrando el fierrito. Mateo ... vamo, no te dormí; no me deje solo. Miráme. Del otro lado. ¿Está asustado usté? (Suena la bocina de un auto. Se encoge como si le hiriesen.) Ahí va. El progreso. ¡Mírelo cómo corre!. .. ¡Corre, escapa! Ha de venir otro invento que te comerá el corazón como me lo comiste a mí. (Otra vez la bocina más lejos.) Y me pifia, me pifia. ¡Matagente!. .. ¡Puah! (Le escupe. Otra vez lo angustia la soledad. Su miedo crece.) ¡Cómo tardan!. .. ¿Qué estarán haciendo? .. (Lo aterra un pensamiento.) ¡¿Estarán degollando a alguno?!. .. ¡A la gran siete!. .. (Salta al pescante; va a castigar a Mateo. Se detiene otra vez. Se acongoja.) ¿Y mañana ... cómo comemo? Hay que entrare. Hay que entrare (Solloza.) ¡Figli! ¡Figli!

NARIGUETA (Con un gran bulto hecho con una carpeta de mesa.). - ¡Vamo, che!

MIGUEL. -¿Ah?

NARIGUETA. -¡Listos!

MIGUEL (De pie.). -¿Qué me trae? ¿Un muerto?

NARIGUETA. -¡Qué muerto! ¡Ayudá! (Meten el lío en el coche.)

MIGUEL. -¡Escapemo!

NARIGUETA. -Paráte que venga el Loro.

MIGUEL. -¿Más todavía? ¡Esto es una mudanza!

LORO (Con otro bulto.). -¡Tomá! ¡Vamo! ¡Creo que se ha despertao! (Suena un auxilio.) ¡No te digo!

MIGUEL. -¡Mamma mía! ¡Mateo! (Castiga al caballo.)

NARIGUETA (En el coche.). --::-¡Vamo! ¡Pegále!

LORO. -¡Castigá! ¡Nos cachan!

MIGUEL. -¡Mateo! ¡No quiere tirare! ¡Se ha asustado del pito! (Otras pitadas lejanas.} ¡Empujen ustedes! ¡No está acostum¬brado! ¡Mateo! (Castiga furiosamente.) ¡Empujen! ¡Empujen! ¡Mateo! ¡Nenne! (Narigueta manotea. El Loro empuja.)













TELÓN













CUADRO TERCERO



La misma decoración del cuadro primero



DOÑA CARMEN (Intranquila. Comprobando en el reloj de la mesita). -¡E so las once!. .. Fastedeoso.

CHICHILO (En el foro.). -Mama: (Indica hacia la calle.) ¿Adónde va Lucía?

DOÑA CARMEN. -La mando hasta el corralone a ver si ha llegado to padre.

CHICHILO. -¡Uh, cuánto aspamento! Se ha quedado en algún almacén.

DOÑA CARMEN. -Sé: almacén. So las once. Nunca ha venido tan tarde. Se le ha pasado algo al pobre viejo ... Anoche estaba muy triste ... muy triste.

CHICHILO. -No se preocupe. ¿No va con Mateo? Y bueno; Mateo lo trae. ¿No se acuerda de aquella mañana que se puso a relinchar en la puerta con el viejo hecho, colgado de un farol del coche? .. ¿Y entonce? (Salta, finteando.) Quiero ver si Lucía va al corralón o ... Es caprichosa usté, ¿eh? Le he dicho que no me la mande, pero ... (Está en el forillo.) usté ... (Hacia la izquierda.) Che, Pedrito: ¿vamo a hacer do rum de tre minuto? Pará que cache lo guante. (Descuelga de sitio visible dos medias rellenas de trapos. Mostrándolas.) El porvenir de la familia. Mama: atemé lo guante.

DOÑA CARMEN (Accediendo.). -Te van a lastemare como ante de ayere, Chichilo.

CHICHILO. -¡Tiene que ver cómo resisto el castigo!

DOÑA CARMEN. -Yo me asusto.

CHICHILO. -No le haga ñudo. (Prueba en el aire.) Está bien. Estoy en la azotea. (Mutis.)

SEVERINO (Asomándose por foro.). -Sto Sto

DOÑA CARMEN (Volviéndose desde el cristalero.). -¿Quí chista?

SEVERINO. -Yo. No hable fuerte. Mequele ... ¿está acá?

DOÑA CARMEN. -No.

SEVERINO. -¡El terremoto!

DOÑA CARMEN. -¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

SEVERINO (Con cara de loco.). -Nada. Tengo que verlo.

DOÑA CARMEN. -Osté está asustado.

SEVERINO. -¿Yo? ¿Quién te ha dicho?

DOÑA CARMEN. -¡Le ha pasado na disgracia a Miquele!

SEVERINO. -¿Qué le va a pasare? No hable fuerte, le digo. Tengo que verlo. Iba a subire al fúnebre e me dieron una noticia que me ha hecho abandonare I'entierro

DOÑA CARMEN. -¿Qué noticia? .

SEVERINO. - Que ... So cosa de negocio. Yo me voy a escondere ... me vaya sentare, digo, a la pieza de Carmelo Cante. L'ospero allí. Pasamo por acá. (Izquierda.)

DOÑA CARMEN. -No. Osté me oculta algo. Ha pasado una desqracia. Yo vaya preguntarle a la comisaría.

SEVERINO. -¡No!. .. Toda la mojere so lo mismo: "Yo voy a preguntar a la comisaría". Qué gana de hacer batefondo. Venga (La lleva hacia la izquierda.¡ ¡A la comisaría nunca!

DONA CARMEN (Sin resistir.). -¡Ha pasado na desgracia!

SEVERINO. -Calláte. Venga. .

DOÑA CARMEN. -¡Ah!. .. ¡Lo ha pisado un automóvile!

SEVERINO. -No diga macana. Venga. No grite. (Mutis. Una pausa. Aparece don Miguel, por foro. Casi sin respiro. Cierra la puerta. Se sienta en la cama de Lucía.)

MIGUEL. -¡Vérgine Santa!. .. ¡Qué me tenía que pasare!. .. (Oculta la cara.)

DOÑA CARMEN (De izquierda, como escapada, poniéndose un chal para salir.). -Yo voy ... ¡Miquele! ¡Eh, Miquele!

MIGUEL. -St.

DOÑA CARMEN. -¿Qué tiene? ¿Qué te ha pasado?

MIGUEL. -He perdido el coche. .

DOÑA CARMEN. -¿Qué dice?

MIGUEL. -He perdido a Mateo ...

DOÑA CARMEN. -¡Ma!. ..

MIGUEL. -He perdido la galera, ¡He perdido la cabeza!

DONA CARMEN. -Ma ¿cómo ... cómo?

MIGUEL. -Escapando a la policía. Gambeteando a lo carabinero.

DOÑA CARMEN. -¿¡Tú!?

MIGUEL. -Miquele Salema. A lo sesenta año.

DOÑA CARMEN. -¿Qué ha hecho?

MIGUEL. -No gritá. Te vaya contar. .. Me he peleado ... No piense nada malo. Con un pasajero. Un compadrito, ¿sabe? (Es manifiesta la mentira inocente.) "L1eváme al balneario". "No. Tengo el caballo cansado”. – “¡Me vas a llevar tano!". -"¡No!". -"¡Sí!" -"¡No!" Me ha querido pegar. .. le he pegado primero.

DOÑA CARMEN .-¡Dios mío!

MIGUEL. -No te asustá Le he pegado despacito, despacito. Pero se ha puesto a gritá había vigilante cerca ... corrieron ... tocaron auxilio ... Mateo se ha asustado del pito e no quena tirare ... ¡ah terado a la fuerza! Soy escapado ... por el. medio de, la calle ... "¡Atajen! ¡Atajen!" Yo meta palo col pobrecito. Boyaca ... Gaona ... Segurola ... Siempre al galope tendido. Salimo de la piedra, entramo a la tierra. Mateo no daba más. "¡Atajen!. .. ¡Atajen!. .. ¡Ladrone!"

DOÑA CARMEN. -¿Ladrone?

MIGUEL. -No. Sí. Ladrone. La gente siempre que corre a anguno grita: "¡Ladrone! ¡Ladrone!". Es una costumbre muy fea que tienen acá. Se me ha caído el látego ... he pegado col fierro. Doy vuelta una esquina oscura; había una zanja.:. ¡púfete!"Matea adentro, yo encima de Mateo y el coche encima mío. Mateo, amigo, levantáte que ne llevan preso! .Mateo, no me haga esta porquería propio esta noche ... ¡Levantate! Me ha dicho que no con la cabeza y la ha metido otra vez en el barro. "¡Por aquí!. .. -gritábano! ¡Búscalo!. .. ¡Búscalo!. .. " Lo he abandonado e me he puesto a correr, solo, al oscuro. Había otra zanja ... ¡pufete! Lo vigilante pasaron todo por arriba mío, gritando, como demonio. "¡Búscalo! ¡Búscalo!" E otra vez patita pa que te quiero ... como loco, nel campo abierto ... saltando pozo ... rompiendo alambrados ... He parado cuando ha salido el sol: estaba a Villa Devoto. ¿Quién habla? (Atisba por la ventana.)

DOÑA CARMEN. -¿Por qué ha hecho eso? ¿Cómo ha llegado a esto? ¿No se acordaba de sus hijo?

MIGUEL. -¡Ah, Cármene si tú supiese …si tú supiese! ¡Ah! Padreterno injusto me deja vivir tantos años en la miseria para hacerme hocicar propio a la última zanja!

DOÑA CARMEN. -¿E ahora?

MIGUEL. -Ahora se acabó.(Se abate.)

DOÑA CARMEN. -¿E Severino qué sabe?

MIGUEL (Asustado.). -¿Severino? Nada. ¿Qué tiene que ver Severino aquí? . a a. ¿ ue tiene que ver

DONA CARMEN. -Ha venido a buscarte. Esta en la pieza de Carmelo Cante.

MIGUEL (Paladeando su venganza) . – Llamalo. Avísale que he llegado. Hágalo venir e déjame solo con él.Quiero hablarle, ¿comprende?. Puede ser que me salva. LLamálo.

DOÑA CARMEN. -Sí.

MIGUEL. -Que entre por aquí '(Izquierda) e cierra aquella puerta. (La que supone en el foro de la otra habitación)

DOÑA CARMEN –Sí. ¡Iddio ci aiuti! (Mutis)

MIGUEL (Buscando un arma contundente) . -¡Mefistófele! ¡Te voy a cortar la cola! (Se decide por un zueco que halla debajo de su cama, se sube a ella y espera, el arma junto al dintel de izquierda. Aparece Chichilo, fintenado. El viejo apenas puede detener el zuecazo. Para disimular golpea en la pared)

CHICIHILO –Tata… ¿Qué hace?

MIGUEL (Con intención). - Voy a matar una araña

CHICHILO-¿Dónde?

MIGUEL. -Váyase Yo sé donde está. Déjeme solo.

CHICHILO.- Viejo… (Le silba como preguntándole si está chiflado)

MIGUEL. (Imitándolo).- Chichilo… (Lo amenaza furibundo.)

CHICHILO.- ¡Araca, que soy su hijo! (De un salto hace mutis. Vuelve cuando el viejo espera otra vez a Severino.) Papá, ¿la vio a Lucía? (Don miguel le arroja el zueco) ¡Está loco! (Cierra, don Miguel enarbola el otro zueco)

SEVERINO (Asomándose con todo su miedo.). -Mequele ... ¿Adónde está? .. Meque ... (Esquiva el golpe hacia la derecha. Cuando hace frente ya esgrime una cachiporra corta que ha des-lizado de su manga.) ¡De atrase no!

MIGUEL (Agazapado en primer término.). -¡Ah, veníase preparado; tenías miedo! ¿eh? Se te ha quemado la cola de paja. ¡Asaltante!

SEVERINO. -¿Qué ha hecho anoche?

MIGUEL. -Darte un gusto.

SEVERINO. -Ne vendiste a todo, puntilloso inservible. Por culpa tuya han agarrado preso al Loro, y el Loro va a hablare.

MIGUEL. -Mejor. Déjalo que hable: para eso es loro.

SEVERINO. -¿Dónde está el coche? ¿Lo ha escondido?

MIGUEL. -Está a una zanja ...

SEVERINQ. -¡A la madonna!

MIGUEL. - ... encima de Mateo.

SEVERINO. - ¿Ha dejado el coche en mano de la policía? ¡Esa e la cárcere!

MIGUEL (Avanzando.). -No importa. (Habla por entre los dientes apretados.) Te has vengado, te cobraste aquel vaso de vino velenoso; debes estar satisfecho.

SEVERINO (Sin oirle.). -¡L'ánima mía!' .. ¡El número del coche!. .. ¡Estamo todo perdido! (Intenta huir por el foro.)

MIGUEL (En la puerta. Tiembla y sonríe.). -¡Eh!. .. ¿Adónde va?

SEVERINO. -¡Déjame salire!

MIGUEL. -No. Te pedí ayuda y me la negaste; estaba desesperado y me mandaste a Yesu-Cristo. "Hay que entrare. Hay que entrare." ¡Ahora estamo adentro ... adentro de la penitenciaría, peró!

SEVERINO (Resolviéndose.). -¡No; cárcere no! Yo no quiero la cárcere ahora que puedo vivíre tranquilo. ¡Se tú háblase ti achido ... te do un cachiporrazo a la bocha!

MIGUEL. -¡A ver! (Se le acerca.) ¡Aquí tiene la bocha! Pega, Anímase. Yo voy a contar todo, yo voy a hablare, como la cotorra. Pega.

SEVERINO. -Mequele ... Dejáme ... No me tienta ...

MIGUEL (Con sincero deseo.). -¡Pega! Dame ese cachiporrazo; ¡me lo merezco! Si es lo que estoy buscando, dejar esta vida repuñante. Aquí tiene la bocha. Pega ¡Farsante! ¡Galerudo!

SEVERINO (Retrocediendo.). -Déjame salire. Abra la puerta.

MIGUEL. -No tiene coraje, cobardone. Yo te vaya matare ... col zueco ... con las uñas ... con lo diente ... (Lo corre.) Mochuelo. Mochuelo.

SEVERINO (Con la voz tomada de espanto.). -¡Aiuto! ¡Aiuto! (Se hacen un lío con la cortina. DonMiquel golpea sin ver; se desembaraza del trapo y toma de atrás al otro, le arrebata el arma, lo doblega y va a herirlo con ella.) ¡Aia!. .. ¡Aia!

MIGUEL. - ¡Calláte! ¡Calláte!

DOÑA CARMEN (De izquierda.). -¡Miquele!. .. ¡No!

MIGUEL (Desesperado.). -¿Qué iba a hacer? .. ¡Casi le remacho la chimenea!. .. (A Severino.) ¡Pídale perdón! (Obligándolo.) ¡Pídale perdón! (Le quita la galera de una manotada.) ¡Descúbrase!

SEVERINO (En foro.), -Dame la galera.

MIGUEL. -¡A la cárcel te la doy!

SEVERINO. -¡No! ¡Cárcere no! (Huye.)

DOÑA CARMEN. -¡Mamma mía benedetta!

MIGUEL (Que ha cerrado.). -Cármene ... (Espía por la ventana.) ¿Quién es eso que está para allí? (Doña Carmen acude.) Ese bigotudo.

DOÑA CARMEN. -No sé.

MIGUEL. -¿No lo conoce?

DOÑA CARMEN. -No.

MIGUEL. -¡Es un pesquisa! ¡Cierra bien! ¡Es un pesquisa! DOÑA CARMEN. -"¡Santa Lucía Laceratta!"

MIGUEL. -¡Io so perduto!. .. Cármene ... perdono ... Marito tuo e nu vigliaco!

DOÑA CARMEN. -¿Qué fachiste?, ¿qué fachiste?

MIGUEL. -U patre di figli tui é nu vile. Perdono. Ha finita la pache nostra. ¡Io so perduto! ¡Io so perduto! (La vieja llora de bruces sobre la cama de Lucía. La idea de salvación sobreviene otra vez: corre a la ventana, corrobora la presencia del pesquisa, descuelga el acordeón y ejecuta, tembloroso, un tiempo de tarantela.)

DOÑA CARMEN. -¿Qué hace? (Golpean en la puerta de foro.)

MIGUEL. ~¡No abra! ¡Despista! Despista. Baila.

DOÑA CARMEN. -Mequele ...

MIGUEL. -¡Baila! Baila que voy en cana. Baila. (Ella baila, las manos en las caderas, rígida.)

DOÑA CARMEN. -Mequele ... mira lo que me hace hacere ...

MIGUEL. -Perdono, Cármene. Despista. Baila, perdono.

DOÑA CARMEN. -Mirá lo que me hace hacere ... (Se le ven las lágrimas. La puerta de foro se abre lentamente. Doña Carmen deja de bailar. El hijo no ve su ridículo.)

CARLOS (Abre bien la puerta para mostrar su flamante traje de chauffeur.). -Bien, viejo. Al fin están contentos en esta casa.

DOÑA CARMEN. -Hijo ...

MIGUEL:. (El acordeón pierde aire sonoramente entre sus manos. Estupefacto.). -¿ Usté ... chofer? ..

CARLOS. -Chófer. Me he decidido a trabajar, viejo; a ayudarlo de una vez. Hace tiempo que practico en el volante ante de que me echara y después me fuese a llamar, pero lo oculté para darle de golpe esta alegría.

MIGUEL (Desfalleciente.). -¡Ay!. .. ¡Ay!. ..

CARLOS. -¡Viejo!

DOÑA CARMEN. -¿Qué tiene?

MIGUEL. -Me muero de alegría.

CARLOS. -¿Cómo, no está contento?

MIGUEL. -¡Sí! ¡Muy contento! ¡Mira qué contento que estoy! (Se abofetea.) ¡Mira!

CARLOS. -¡Tata!

DOÑA CARMEN. -¡Mequele!

MIGUEL. -Yesú, ¿yo merezco esto? .. ¡Qué alegría que tengo! ¡Hágame venir un accidente! No te asustá, Cármene. Es la alegría que tengo de verlo. ¿Qué más podía ser? Chófer; le cae de medida. Mira qué bien que le queda el traje ... y la gorra ... ¡Un acchidente seco, redondo!

CARLOS. -¡Papá, yo traigo plata! Ayer no había morfi en casa. Tome, mama; veinte pesos. Mi primera noche.

DOÑA CARMEN. -Gracia, hijo; al fin. Era tiempo.

MIGUEL (Mirándolos largamente.). -¡Era tiempo ... y qué tarde que es!

CARLOS. -Sí, yo comprendo; a usté le hubiera gustao más otro oficio, pero ...

MIGUEL. -Pero ... hay que entrare. He comprendido. No me haga caso, hijo. Estoy contento de que usté pueda ya mantener a la familia. Yo no podía más. Estoy cansado. Como Mateo ... ya no sirvo, soy una bolsa de leña ... y siempre que pego ... pego con la cabeza. Ahora I'automóvil me salva. ¡Quién iba a pensarlo!. .. ¿Salva? Sí. Me voy. (Corre en busca de sus prendas.)

CARLOS. -Pero, ¿qué tiene? No entiendo. ¿Qué ha hecho?

DOÑA CARMEN. -Yo no sé. Se ha peleado anoche ...

CARLOS. -¿Usté?

MIGUEL. -Yo no: su papá.

CARLOS. -¿Y con quién?

MIGUEL. -Con Mateo. Me voy. Tengo que irme (Recuerda que ha perdido el sombrero.)

DOÑA CARMEN. -¿A dónde?

CHICHILO (Adentro.). -¡Mama! ¡Papá!. ..

MIGUEL (Aparte.). -¡La policía! (Se envuelve en la cortina.)

CHICIHILO (Apareciendo.). -¡Se la han piantao! ¡Se la han piantao a Lucía!

MIGUEL (Salta.). -¿Qué?

CHICHILO. -En un auto verde. Lo corrí Como diez cuadra, pero disparó. ¡No pude! Perdí lo guante ... ¡Cretina! ¡Loca! (Llora.)

CARLOS. -¿Qué decí? ¿Está loco, vo? Si Lucía está ahí. (Patio.) La llevé a dar una vuelta pa que conociera el coche.

CHICHILO. -¿Era el auto tuyo?

CARLOS. -Claro, gilastro. Lo dejé en la esquina por los chicos del conventillo.

CHICHILO. -¡Ay dió! ¿L1eváme a mí?

MIGUEL (A Chichilo.). -¿E usté tenía miedo que se escapara? ¿Por qué?

CHICHILO (A quien Carlos ha llamado la atención para que mienta.). -No ... No, viejo. ¿No ve que son macana?

CARLOS (A Chichllo.). -¡Tené cada chiste, vo! (Están en la puerta de izquierda. Golpean en la del foro. Silencio. Los viejos se entienden con una mirada.)

MIGUEL (A Carlos que acude.). -No abra. Yo sé quién es.

DOÑA CARMEN (Al viejo solo.). -Miquele ... tú no te has peleado anoche ... tú ... con Severino.

MIGUEL. -St... (Por los hijos.) Que lo sepan cuando yo no esté.

DOÑA CARMEN. -¡Miquele, perdonáme, perdonáme! ...

MIGUEL.-No llore. Piense a los hijos. Tenía razón, Cármene: cuando se echan al mundo hay que alimentarlos... de cualquier manera. Yo he cumplido. No llore. (Los hijos los miran sin entender. El viejo despista: se pone la galera de Severino, abollada y maltrecha. Da lástima y risa.) ¿Cómo me queda? ¿Me queda bien? ... (Retrocede hasta el foro preparando la huida. Se repiten los golpes.) ¡Addío! (De un respingo abre la puerta. La policía echa mano de él. La vieja cae.)

CARLOS y CHICHILO. -¡Mamá! ... ¿Qué pasa? ... (Saliendo por foro.) ¡Papá! ... ¡Papá! ... (Los policías se llevan al viejo a tirones.)



TELON

lunes, 21 de mayo de 2012

EL MITO DE PSIQUE Y CUPIDO

PSIQUE Y CUPIDO - Antonio Cánova - 1786 - 1793 - Museo del Louvre - Paris


Un rey y una reina tenían tres hijas, las tres muy hermosas, pero la menor, Psique, era una auténtica encarnación humana de Venus. Ante tal hermosura, que se extiende hasta el infinito, por tierra y mar, los hombres abandonan los santuarios de Venus y los sacrificios en su honor para ir a contemplar a la Venus de carne y hueso. En venganza, la diosa, celosa, se ensaña contra la doncella. Ésta, cual estatua, es simplemente admirada, pero no encuentra pretendientes y llora su soledad. El oráculo de Apolo manda al padre exponer a su hija en un tálamo de muerte, sobre la elevada cumbre de una montaña, y vaticina para Psique “un monstruo cruel con la ferocidad de la víbora, un monstruo que tiene alas y vuela por el éter, que siembra desazón en todas partes, que lo destruye todo metódicamente a sangre y fuego, ante quien tiembla el mismo Júpiter…”, es decir, se trata de Cupido. Sus padres lloran afligidos la anunciada muerte de su himeneo. Psique se muestra placentera ante el anuncio de su boda. Le acompaña la población en masa. La doncella obedece y acepta el sacrificio. Llega a la roca designada y temblando de miedo, se consume en lágrimas. De repente, el Céfiro le acaricia el borde de sus faldas y gradualmente se ve transportada por los aires en suave descenso a lo largo de la roca, hasta un profundo valle que había al final, y aterriza en un lecho de florido césped. Una vez respuesta de la conmoción y el sueño, Psique observa entre árboles altos y frondosos y una fuente de aguas cristalinas, una mansión de arte divino (se puede ver tuya, marfil, oro, plata, piedras preciosas, perlas). Psique se acerca hasta él y cruza el umbral. Se complace con todos los tesoros y de improviso oye la voz de un ser invisible, puesto que era una divinidad. La voz es de sus sirvientas, que le dicen que todo eso es suyo. Descansa, toma un baño y se alimenta, escucha voces de seres invisibles, se deleita con la música. Llegada una hora tardía, acude al tálamo y allí, atemorizada, en profunda soledad, de noche, llega su marido, quien a su lado la desvirga, y antes del alba desaparece para no poder ser reconocido. Con el paso del tiempo, el hábito le fue haciendo agradable su nuevo estado y aquella voz misteriosa fue consuelo para su soledad. Las dos hermanas de la princesa se enteraron de lo ocurrido y tristes acudieron ante sus padres a acompañarles, puesto que todos ellos la daban por muerta. Así que esta voz misteriosa avisa a Psique que sus hermanas la buscarán y le aconseja que si oye sus lamentos no conteste, que no vuelva su mirada, ante lo que le ocurriría la mayor desgracia. Psique se compromete a ello, pero se desespera al ver cómo su vida pasa entre voces invisibles y ahora su familia le llora. Su marido le deja decidir por sí misma, pero le advierte ante lo dicho. Psique le ruega poder ver a sus hermanas, incluso les va a ofrecer oro y joyas, pero su marido le insiste en que no ceda a los consejos de sus hermanas ni intente averiguar jamás el aspecto de su marido (lo cual ha de ocurrir). Psique le dice en agradecimiento: “antes morir mil veces que perder la felicidad de nuestra unión; pues estoy locamente enamorada de ti y, seas quien seas, te quiero tanto como a mi propia vida: ni el propio Cupido me parece comparable a ti”. Además Psique le pide que Céfiro traiga a sus hermanas ante ella. Psique lo halaga y besa para convencerle. Él cede.Las hermanas acuden a la roca en que Psique fue abandonada, y allí vertían lágrimas y se golpeaban el pecho. Psique las escuchó y Céfiro al punto bajo la orden las transporta ante su hermana, se infunden en abrazos, besos y lágrimas de alegría. Psique les muestra el palacio y sus tesoros, les invita a un banquete, elementos todos que infunden un sentimiento de envidia en sus dos hermanas. Una de ellas le pregunta quien era el dueño de todo eso, cuál su nombre y su aspecto, pero Psique se mantiene fiel a la promesa de su marido. Para salir del apuro inventa un cuento, diciendo que su marido es n joven de sueva barba, cazador. Temía que el secreto escapara de su lengua, por lo que llama a Céfiro para que se las llevara. Las hermanas regresan a su hogar y allí se duelen de su desgracia amorosa, al ser ellas las hijas mayores, casadas con extranjeros (uno calvo y mayor que el padre en edad; el otro padece reuma, de dedos deformes y duros) para ser sus criadas, viviendo desterradas de la patria y de sus padres, mientras Psique está casada con un dios, posee voces por sirvientas, vive en mansión de máxima opulencia, da órdenes a los vientos y aparenta ser una diosa. Ambas se muestran indignadas ante tal situación y deciden llevar a cabo un plan para castigar el orgullo de Psique (según ellas) mediante funesta muerte. De nuevo el marido da consejos a Psique acerca del peligro que le amenaza: “unas pérfidas lobas concentran todo su esfuerzo en disponer contra ti criminales emboscadas”. Le advierte de nuevo que no cruce palabra con ellas en su próxima visita y que si así fuera, no diga nada de su marido. Le anuncia su maternidad y le avisa que será un dios si lo mantiene en secreto, en cambio será un mortal si lo profana. Psique estalló de felicidad ante la noticia de su posible descendencia divina y se asombra ante el gran efecto que produce “una leve picadura”. Ya se acercaban de nuevo las hermanas y su marido le advierte de la catástrofe que les sobreviene y del odio y criminalidad de sus hermanas. Pero ante otras conmovedoras palabras, convence a su marido para que le deje ver y abrazar a sus hermanas, ya que a él no puede verle. Las hermanas le hablan fingiendo alegría por su embarazo y llegan a decir: “si, como es de esperar, heredara la hermosura de sus padres, va a nacernos un auténtico Cupido”. Con palabras aduladoras conquistan el corazón de su hermana, quien las invita a deleitarse de manjares. Bajo el sentimiento maléfico que les apodera, ellas comienzan a preguntar sólo por su marido. De nuevo Psique recurre a otro cuento, diciendo esta vez que es de una provincia próxima, que osee grandes negocios entre manos, de edad madura, con alguna que otra cana. De nuevo las carga de regalos y las manda a casa con el viento. Ambas hermanas llegan a la conclusión de que Psique las miente o que no conoce a su marido, por lo que sería un dios. Al día siguiente y con mayor perfidia que nuca, acuden de nuevo las hermanas a su morada, anunciándole a Psique que su marido es una monstruosa serpiente y le recuerdan el oráculo de la Pitonisa. Psique se siente aterrada y admira la piedad fraterna. De este modo acaba confesando el secreto prometido a su marido. Entonces las hermanas le proponen un medio de salvación: que cuando su marido yazca dormido en la noche, saque una lámpara para ver su rostro y que con un arma le corte la cabeza. Así ellas le prometen fidelidad y la búsqueda de un marido de condición humana. Ellas desaparecen y Psique, en un mar de dudas, se decanta por hacer caso a sus hermanas. Llegada la noche, lleva a cabo cada uno de los pasos y ve con asombro que su marido es el propio Cupido, al que con una gota de aceite quema su cuerpo. Juega con su carcaj sus flechas, cuya punta se clava y así queda profundamente enamorada de Cupido. Se deja caer locamente sobre él para besarlo y en esto que cae sobre su hombro derecho una gota ardiente de aceite. Cupido se despierta sobresaltado y sin mediar palabra emprende el vuelo. Y desde la cima de un ciprés, él comienza a hablarle de las advertencias que le dio y de lo que finalmente hizo ella. Y antes de marcharse jura emprender venganza contra sus hermanas. Psique se arroja a un río, que la deposita sobre el florido césped. Allí se topa con Pan, quien ducho por su edad, adivina su estado de tristeza a cusa del amor y le aconseja que seque sus lágrimas y calme su dolor, además de que suplique a Cupido, quien bajo dulce sumisión, se reconciliará con ella. Psique sigue su camino y llega ante la ciudad de su hermana. Psique pretendía vengarse de ellas. Y le contó o sucedido, pero cambiando la respuesta de Cupido: “por tu horrendo crimen, aléjate inmediatamente de mi lecho, llévate todo lo que te pertenece; ahora me casaré con tu hermana…”.
 
CUPIDO Y PSIQUE - Jacques Louis David - 1817

Ésta acude a la roca, desde la que se precipita invocando al viento, desgarrándose su cuerpo entre los peñascos. Así ocurrió lo mismo con la otra hermana. Psique seguí buscando a Cupido, que se hallaba dolorido en la habitación de su madre. Una gaviota informa de esto a Venus, quien le pide el nombre de la mujer de la que se ha enamorado. Venus se indigna aún más y regresa a su morada, ya que psique era su mayor rival. Allí reprende a su hijo por lo hecho y posteriormente se encuentra con Juno y Ceres, a quienes solicita descubrir a Psique. Las diosas le echan en cara el veto de amor sobre su hijo cuando ella es la garante del propio amor. Psique se siente indignada y se marcha al mar.Psique continúa buscando a Cupido y en su camino encuentra a Ceres, a la que suplica ayuda, pero ésta se niega al ser compañera de Venus. Así también se cruza con Juno y sucede lo mismo. A su vez Venus busca a Psique y acude en ayuda de Mercurio, al que ofrece una recompensa (siete besos de Venus más uno con la puntita de la lengua) para quien la descubra. Psique llega al umbral de Venus cuando una sirvienta, Costumbre, la arrastra ante Venus. Las esclavas Inquietud y Tristeza la flagelan y Venus se abalanza contra Psique, rasgando sus vestiduras y arrancándole el cabello. A partir de aquí, Venus pretende que Psique demuestre su eficacia y le hace pasar por dificultosas pruebas: separación de los granos debidamente clasificados (ayudada por hormigas); los vellones brillantes como el oro (lo consiguió merced a los consejos de Caña, órgano de melodiosa armonía); robar el agua de unas fuentes imposibles, en un valle lleno de dragones (labor que llevó a cabo el águila de Júpiter), consiguiendo presentarle la jarra de agua llena; la recolección de una pizca de hermosura en una cajita, solicitándola a Prosérpina, para lo que pretendía darse muerte y llegar al Orco, pero la torre desde la que pretendía lanzarse le dio el camino para llegar y conseguir lo pretendido. La única condición era no destapar la caja para ver qué contenía dentro. Todo lo lleva a efecto con esmero, pero ante la curiosidad abre la caja y no hay nada, sólo un nube soporífera que le infunde sueño. Entonces acude Cupido, curado de su herida y deseoso de estar con su amada. Recoge con cuidado el Sueño y lo encierra en la cajita. Enamorado como estaba, acude ante su madre, le presenta la cajita, después ante Júpiter suplicándole, de quien recibe su aporbación. Así Júpiter llama a Mercurio y convoca una asamblea. Allí él pone fin a los continuos adulterios y amoríos de Cupido mediante el enlace matrimonial con Psique. Legitima la unión convirtiéndola a ella en inmortal haciéndole beber ambrosía. Así transcurrió el banquete nupcial, cada dios y divinidad ocupada en sus tareas. Finalmente Psique y Cupido tuvieron una hija, a la que llamaron Voluptuosidad.

martes, 1 de mayo de 2012

El Panteón de Agripa en Roma - Una visita virtual

El siguiente enlace nos habilita una visita virtual en 360 º al Panteón de Agripa en Roma.
http://www.arounder.eu/pantheon/pantheon.html

Bernini: Apolo y Dafne.

Apolo y Dafne.

Bernini

Museo-Galería Borghese. Roma

1624.


Se trata de una escultura en mármol realizada por Gian Lorenzo Bernini, una de las figuras más representativas del periodo Barroco, pues no sólo fue un escultor extraordinario, equiparable a Miguel Ángel, sino además un excelente arquitecto y una de las figuras más importantes de toda la Historia del arte.

La pieza responde a las características que definen el arte Barroco, pues está definida por su sentido del movimiento, su expresividad y la exageración un poco teatral que demuestran sus personajes.

En esta obra es muy importante conocer el tema que se representa, lo que se llama la iconografía, porque así valoraremos mejor el trabajo artístico. Es un tema mitológico, es decir que tiene que ver con la mitología clásica, la de Grecia y Roma. Se representan dos personajes: Apolo, Dios de la belleza, y Dafne, una ninfa maravillosa amada por Apolo. Pero el amor no es correspondido, es más, sobre ella cae la maldición impuesta por su padre de que si el dios la toca, la bella muchacha se transformará en una planta de laurel. Pero Apolo no puede reprimir su deseo por tomarla y la acosa insistentemente, hasta que finalmente la alcanza y en ese momento se consuma la maldición.

Justo es ese instante el que representa Bernini en su escultura, procurando reproducir el momento justo en el que se materializa la transformación de la muchacha en planta. Por eso tiene tanta importancia en esta escultura la representación del movimiento y la expresividad de los personajes, que no salen de su asombro, Apolo de ver cómo su amada se ha transformado en árbol, y ella de sentir su metamorfosis.

Ambos corren despavoridos, uno persiguiendo a la ninfa, la otra huyendo de él, y ese sentido del movimiento se consigue plenamente sobre todo a través de la composición de la obra: si miramos los brazos vemos cómo se disponen formando como las aspas de un molino, unos en alto, otros abajo; uno adelante, otro atrás. Si miramos las piernas observamos también que se mueven danzarinas; si miramos los cuerpos vemos que se arquean uno delante del otro; incluso advertimos que se abalanza el uno sobre el otro dando así más sensación de acoso; si atendemos a las ropas y los cabellos, igualmente se agitan envueltos por la prisa de la carrera, y todo ello culminado al final,por ese instante preciso y único en el que la mano de Apolo se posa sobre la cadera de Dafne y comienza a materializarse la maldición, de tal forma que sobre el bello cuerpo de Dafne empiezan a surgir las primeras cortezas del tronco del árbol en que se empieza a convertir y a surgir los primeros tallos de sus dedos y las primeras flores de sus uñas.

La expresión boquiabierta y teatral contribuye a completar la escena dramática y prodigiosa.

Es así como Bernini ha conseguido plasmar tan claramente el episodio mitológico de Apolo y Dafne, dándole al arte una extraordinaria capacidad narrativa. Pero la grandeza de la escultura va más allá de su perfecta reproducción del tema. Porque por encima de todo, el Apolo y Dafne de Bernini es una escultura bellísima. Y si no, véase la finura del mármol, tan maravillosamente pulido, la belleza de Dafne, sensual y delicada como pocas esculturas, y la gracilidad del conjunto, tan difícil de superar. La obra al fin y al cabo es una metáfora del amor imposible, y sólo atendiendo a tanta belleza podemos comprender la enorme frustración de Apolo.

Borromini: San Carlos de las Cuatro Fuentes


Obra: Fachada de San Carlos de las Cuatro Fuentes. Roma


Autor: Francesco Castelli (Francesco Borromini) (1599-1667)

Fecha: 1662-1667

Estilo: Barroco

Material: Piedra

La iglesia de san Carlos de las Cuatro Fuentes levantada en Roma es una obra clave en el barroco italiano del XVII. Borromini, rival de Bernini, el arquitecto oficial de San Pedro del Vaticano, realiza una arquitectura muy personal y llena de vida y movimiento.

La fachada de la iglesia, realizada al final de su vida y terminada por su sobrino, consta de dos pisos separados por un entablamento y tres cuerpos verticales. El muro, también ondulante, se articula por medio de cuatro columnas exentas de orden gigante con fuste liso y capitel corintio que soportan el entablamento.

Los ritmos son opuestos en ambos pisos, pues a las formas cóncavas del piso bajo les corresponden formas convexas en el alto y viceversa. Es, por tanto, una fachada alaabeada. La plasticidad de la fachada viene reforzada por entablamentos que se ondulan y se quiebran en perfiles mixtilíneos a fin de conferir al conjunto un movimiento permanente.

La sintaxis arquitectónica no puede ser más anticlásica y heterodoxa. Esta es la mayor novedad de la fachada. Todo en ella, a base de formas cóncavas y convezas, es dúctil, maleable; es como si la piedra rígida y fría se hubiese convertido en un material plástico, moldeable en manos de Borromini. Fue el máximo representante de la opción anticlásica dentro del barroco romano, opuesta al clasicismo de Bernini, del que fue coetáneo y rival.

Su arquitectura fue muy imaginativa y expresiva, y tuvo que ingeniárselas para sacar gran partido de materiales constructivos y decorativos pobres, pues sus proyectos, en general, fueron realizados para órdenes religiosas con pocos recursos; en este caso, la realiza para la orden de los trinitarios.

La estrechez de la calle y el verticalismo de la fachada, reforzado por la torre campanario sobre el chaflán que contiene la fuente, obligan al espectador a distanciarse del conjunto de san Carlos y a contemplarlo con cierta perspectiva, inmerso en el enclave urbanístico de la Roma barroca en el que se halla. Esta forma achaflanada de la esquina hace que la sensacion de espacio del cruce de las dos calles se amplíe, en un efecto muy barroco.

El sentido teatral de la fachada viene dado por varios elementos: relieves ornamentales; nichos y las estatuas de San Carlos Borromeo y otros santos; el edículo-ventanal saliente del piso superior; y el gran óvalo llevado por ángeles que rompe el entablamento y la balaustrada de remate. Ese óvalo contiene una pintura al fresco de la "Coronación de la Virgen".

La fiebre constructiva que parece afectar a Roma a lo largo del siglo XVII es una muestra del afán de la Iglesia Católica por demostrar su poder que estaba muy debilitado por las constantes luchas contra los Reformistas protestantes. El papado se empeña en demostrar su poder construyendo fastuosos templos y palacios aunque en muchos casos, la apariencia de lujo y poder encubre la pobreza de los materiales (ladrillo, estuco) que prueban el mal momento económico de la iglesia. Este esfuerzo constructivo va a dar origen a muchos templos emblemáticos y monumentos que sembrarán la ciudad de Roma de hitos que harán historia