lunes, 19 de abril de 2010

Caravaggio - Cena en Emaus

Trabajo realizado en base a diferentes sitios de la web; y el tomo de Grandes maestros de la pintura, dedicado a Caravaggio de la Editorial Sol90.

Salomé portando la cabeza de San Juan Bautista, la cual representa un autorretrato del autor.

El Arte Barroco surge en Italia hacia finales del siglo XVI, siendo el siglo XVII el de su mayor desarrollo y afirmación. La influencia de la Iglesia Católica que contribuyó a formar un Arte escenográfico, dramático, propagandístico de la fe, a través de escenas de éxtasis, martirios y milagros.
El artista del Barroco se esfuerza por representar una multiplicidad de fenómenos, el flujo de las cosas y de sus composiciones abiertas y dinámicas que tienden a desbordar sus límites.
Sus inclinaciones por el pathos griego los llevan a describir pasiones y sentimientos, la vida y la muerte en su expresión más violenta.
La pintura barroca reacciona ante manierismo y sus principios, con la distorsión, la asimetría y su intenso colorido. Al igual que su escultura, interesa la expresión y la representación de los sentimientos interiores, las pasiones y los temperamentos, bien reflejados en los rostros de las figuras. Esta pintura nos aporta sensaciones de profundidad y movimiento. Introduce al realismo – incluso al hiperrealismo- y una fuerte teatralidad.
Será Michelangelo Merisi da Caravaggio (1573-1610), quien acentúe el realismo y trabaje el efecto dramático de la luz, a través del tenebrismo, a finales del siglo XVI y principios del XVII.
Salvo en sus principios, Caravaggio produjo mayoritariamente pinturas religiosas, con el fin de honrar las demandas del clero. Sin embargo, escandalizará con regularidad y le será pedido a menudo el retornar a sus pinceles tras el rechazo de los lienzos propuestos.
Dos de los mayores reproches que serán siempre realizados a Caravaggio son un deseo de realismo rozando el naturalismo temprano en la ejecución de sus figuras, así como la selección de sus modelos.
Más que buscar en sus pinturas bellas figuras ligeramente etéreas para representar los actos y personajes de la Biblia, Caravaggio prefería escoger a sus modelos de entre el pueblo: prostitutas, chicos de la calle o mendigos posarían a menudo para los personajes de su cuadros, incluyendo a los santos bíblicos. Para La Flagelación, compuso, como una coreografía, a los cuerpos con un Cristo en movimiento de total abandono y de una belleza carismática. Para el San Juan Bautista con el carnero, muestra a un jovenzuelo de mirada provocativa y en posición lasciva –se decía que el modelo era uno de sus amantes.
En sus pinturas pues, Caravaggio nos muestra personajes reales, sacados de la vida cotidiana, tanto para sus escenas de temas religiosos como para los temas mitológicos. La idea de muerte es dominante en su obra. Abre el camino a la pintura de género, especialmente a la naturaleza muerta.
La posición de la Iglesia al respecto de sus trabajos, da testimonio de una cierta esquizofrenia : por una parte, este tipo de vulgarización de la religión le interesa mucho en una época en la que la contrarreforma se extiende por la Italia católica, con el fin de mostrarse bajo una apariencia humana en contraste con la austeridad pregonada por el protestantismo: por otra parte, la representación de los santos bajo rasgos vulgares de modelos salidos de los bajos fondos fue juzgado incompatible con los valores de puridad y de santidad quasiaristocráticos que vehiculaba la Iglesia de la época
La pintura de Caravaggio es dramática y violenta. Rechaza el mundo clásico por tratarse de un mundo poético que nos aleja de la realidad. Su obra se dirige al realismo y la verdad.
Su arte, el uso magistral del tenebrismo, el realismo de sus imágenes, y su tratamiento efectista de la luz formaron parte de su legado, heredado por pintores de Italia y del resto de Europa.
CENA EN EMAUS (1599-1600)
Esta obra marca un giro radical dentro de la obra de Caravaggio, dando inicio al claroscurismo e introduciendo plenamente los motivos procedentes de la historia sagrada.
Caravaggio ilustra un pasaje del Nuevo Testamento tomado de San Lucas . El día de la Resurrección, Jesús se dirige andando a la aldea de Emaús y se encuentra con dos de sus discípulos que sin embargo no le reconocen, es la primera vez que les ve desde su detención en el monte de los Olivos. Cuando se disponen a cenar en una posada ocurrió que "estando sentados con ellos a la mesa, tomando el pan, bendijo y partió, y dióles. Entonces fueron abiertos los ojos de ellos, y le conocieron; mas él se desapareció de los ojos de ellos" (Lucas 24, 30-31)

El tema tratado es la constatación de la Resurrección de Cristo y la vigencia de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, temática de carácter cotrarreformista al ser este un sacramento negado por los protestantes.
Presenta varias novedades respecto a sus obras anteriores. La primera estriba en la composición, concebida con un criterio intimista y visión próxima, factores ambos que sirven para reducir el episodio a su pura dimensión humana. En la peculiar iluminación tenebrista del cuadro se reconoce un segundo elemento renovador, de rompimiento de la tradición manierista que se nutria de gamas cromáticas almibaradas por efecto de luces rebuscadas aunque diáfanas. El escorzo de los brazos de san Pedro es el módulo que sirve para medir el espacio del interior que alberga a los personajes sentados en torno a la mesa; las naturalezas muertas que se despliegan sobre ella son un característico ejemplo del interés que el artista sentía por la representación de objetos de calidades diversas –frutos, panes, un ave, recipientes de loza y vidrio, un cestillo-, cuya presencia contribuye a dar noción de los planos y las distancias. El estilo de la naturaleza muerta se relaciona con el de obras de la primera época de Caravaggio.
El espacio es creado por medio de las posiciones escorzadas de la mesa y los objetos que aparecen sobre la misma. Cristo partiendo el pan en el momento de la Eucaristía es el eje axial de la composición, encontrándose iluminado por un foco de luz, dirigiendo hacia él la atención sus discípulos, que lo reconocen asombrados. Mientras, el posadero observa la escena con extrañeza, ajeno a lo que está sucediendo, los demás personajes muestran su asombre ante la revelación de Jesús.
La composición tiene un carácter teatral y dramático, realizando un magnífico estudio de las emociones: la serena tranquilidad de Cristo, el asombro y la emoción de sus discípulos, la extrañeza del posadero. Este nuevo estilo se verá materializado en sus obras siguientes de carácter religioso.

Un estrecho foco parte de un vano lateral, iluminando fuertemente a la figura central y dejando amplias regiones de la habitación en penumbras (el célebre tenebrismo caravaggiesco). Si la composición está bien meditada e ideada, no deja de atenerse a ciertas reglas fundamentales en la tradición: centralidad de la figura importante y lateralidad de las subsidiarias, foco corriendo en forma lateral desde la izquierda, figuras en escorzo.


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