miércoles, 3 de marzo de 2010

¿Qué convierte a estas creaciones en obras maestras del arte universal, o no?


Por: Diego Marinelli - Diario Clarin, domingo 7 de octubre de 2007

Qué necesita una pieza de arte para ser considerada una obra maestra? ¿Qué elementos confluyen para que trascienda en el tiempo como el ícono de una época?

Durante el Renacimiento, infinidad de artistas pintaron retratos de damas nobles y sonrientes, pero fue La Gioconda, de Leonardo, la que atravesó los siglos. Aún hoy, en su morada del Louvre, mareas de turistas se hacen lugar a los codazos para verla. ¿Cuál es su secreto?

Hace casi un siglo, Marcel Duchamp puso su firma en un mingitorio que había encontrado y lo expuso en una galería. Ese gesto sencillo y provocador produjo una revolución cuyos efectos sobrevuelan todavía sobre los artistas contemporáneos. Un mingitorio de loza es considerado, por muchos, como la obra de arte más influyente del siglo XX. ¿Por qué?

Algunas tienen el mérito de haber captado el ideal de belleza de su época, otras encierran una profunda significación política o dan cuenta de las pasiones y obsesiones sociales de diferentes momentos históricos. Varias de ellas fueron el punto de partida para el nacimiento de un nuevo sistema de representación. Todas comparten el intangible aura que diferencia a las grandes obras de aquellas llamadas a perpetuarse como las más importantes de la historia.



LA GIOCONDA, 1505: Su enigma simboliza la pintura misma
Rosa María Ravera
Ex presidenta de la Academia Nacional de Bellas Artes. Docente de Estética.


No es fácil explicar el prestigio de La Gioconda, el retrato de la mujer del acaudalado florentino Francesco del Giocondo. Entre los tantos análisis que se han hecho se encuentran las hipótesis de Freud sobre las dos madres del pintor, la biológica y la esposa del padre. Algunas teorías actuales pseudocientíficas sostienen que el rostro de La Gioconda reflejaría alegría y otros aventuran que, en realidad, se trata de un hombre, por la compleja sexualidad de Leonardo. Interpretaciones absolutamente disímiles. Lo cierto es que la obra posee una intensa elaboración psicológica que da por resultado un atractivo formidable, objeto de admiración generalizada y también, de arrebatos iracundos. Su calma enigmática es célebre, no sonríe pero no está lejos de hacerlo, ahí hay algo más que una cara de expresión indescifrable y un fondo desesperado que desnivela el horizonte. ¿Acaso La Gioconda simboliza, en su emblemática presencia, la pintura misma?



NOCHE ESTRELLADA, 1889: Aquí la pintura no representa, es.
Juan Doffo
Artista plástico. Hace pinturas, objetos, fotos e instalaciones.


Esta pintura de Van Gogh resume el lenguaje renovador de un artista que no dudó en integrar postulados del Impresionismo con la gráfica japonesa y la síntesis de color, traduciendo la naturaleza con potentes signos plásticos y estructurando un fuerte diseño visual con sus trazos.

El espectáculo cósmico que nos ofrece esta obra maestra se transforma en un conjunto de ritmos que giran en espiral armando una extendida caligrafía ondulante pues, para Van Gogh, la realidad era el equivalente afectivo de su mundo interior, donde la materia y el color adquirieron una existencia autónoma. No se deja seducir por las impresiones de la realidad, sino que capta su contenido esencial: la vida. La pintura no representa, es. Si de Cèzanne parten los movimientos constructivistas del futuro, con Van Gogh se inicia el gran camino, vigente en tendencias figurativas o abstractas del siglo XX y de nuestro tiempo, basado en la expresión.



BROADWAY BOOGIE WOOGIE, 1941: Mondrian: la armonía cósmica
Ana María Battistozzi
Crítica de arte y curadora. Directora de la exposición "Estudio abierto".


Probablemente Mondrian haya llegado demasiado tarde para que los contenidos espiritualistas que inspiraron su obra permanecieran inalterables más allá de su tiempo. Me refiero a que su geometría abstracta, concebida como expresión de la armonía cósmica y el equilibrio de la naturaleza, bien podría haber afirmado ese carácter atemporal y trascendente que el siglo XIX les adjudicó a las grandes obras maestras. El artista buscó un ideal: el encuentro entre el cielo y la tierra en el cruce de sus líneas ortogonales. Pero la era de la reproducción y la industria de la cultura irrumpieron y las obras de Mondrian terminaron por trascender más por esas formas difundidas en el diseño de manteles, platos y termos que por los contenidos místicos de sus rigurosos procesos de abstracción. Una paradoja propia de estos tiempos, que no perdonan ni siquiera a las obras maestras.



LA FUENTE, 1917: Es magistral porque corrió las fronteras del arte

Toda obra de arte debe ser entendida en el marco histórico en el que emerge. Las propuestas de vanguardia son aquellas que tratan de mover los límites de lo ya establecido. Dentro de este contexto, sólo algunas piezas tienen la capacidad de convertirse en un punto de inflexión en la historia del arte y cambiar la mirada respecto de lo que fue y de lo que será.

Ese es el caso del mingitorio de Duchamp, La fuente, uno de los grandes hitos de la historia del arte moderno. Duchamp hizo algo tan simple, y tan complejo al mismo tiempo, como sacar un objeto de la vida cotidiana y colocarlo en el ámbito de un espacio de arte. Lo que hace Duchamp con esta operación, porque solamente firma el mingitorio, es correr una frontera y crear un nuevo paradigma para todos los que vendrán. Fue como decir: "Ahora vale esto también, de aquí en más el arte ya no depende exclusivamente del virtuosismo del artista".

Y efectivamente, el arte de hoy ya no está en el hacer, ya no se basa en el virtuosismo sino en la postproducción, en una acción. Y el primero que propuso eso fue Duchamp. Es algo similar a lo que ocurre con los DJ.

Los caminos que abrió ese gesto tienen aún enorme vigencia. Por eso ahora, en el siglo XXI, uno no se cansa de ver las esquirlas del trabajo de Duchamp y los teóricos del arte siguen tomando esa obra como un punto de apoyo para analizar la producción de los artistas contemporáneos.

Por eso es una de las obras magistrales de la historia del arte.



GUERNICA, 1937: Une la estética con una ética

León Ferrari - Artista plástico

Parte de su obra hace una crítica de la Iglesia.

Muchas de las grandes obras de la historia del arte son pinturas maravillosas que cuentan cosas espantosas. Muchas de ellas han ayudado a crear un imaginario que permitió a instituciones, como la Iglesia, detentar el poder durante tantos siglos. Son obras maestras a pesar de su significado, donde la estética está reñida con la ética.

El Guernica, en cambio, es una gran obra no solamente por cómo está pintada, sino porque fue una manera de participar desde el arte en la guerra contra el fascismo. No solamente reflexionó sobre las matanzas indiscriminadas de los nazis, sino también sobre el fascismo que residía en el seno de la sociedad española.

El Guernica plantea, además, una estética renovadora y desarrolló un lenguaje completamente nuevo para su tiempo. A diferencia de muchas de las piezas maestras de la historia del arte, que son grandes a pesar de lo que significan, en esta obra fundamental de Picasso se reúnen los dos elementos: el estético y, sobre todo, el ético.



EL TIBURON, 1991: Pretencioso como el arte contemporáneo

Florencia Braga
Curadora, teórica y directora de la galería de arte Braga Menéndez.


Creo que La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo, conocida como El tiburón, de Damien Hirst, es la más clara manifestación de la pretenciosidad filosófica que el arte contemporáneo hoy implica. El asco, el morbo y los cadáveres son la fórmula de estas telenovelas para poderosos. Todo el resto, el título y el blablablá, son el salvoconducto que sostiene las vestiduras del rey desnudo. Es el ícono de una época en la que las instituciones del arte se dedican casi exclusivamente a construir marcas.

Los 12 millones de dólares que pagó un rico norteamericano por el cadáver fetichizado del tiburón patentizan que no se accede fácilmente a una percepción sofisticada. La belleza y el misterio reclaman mucho más que apetito fácil por categorías elementales que despiertan lo más primitivo de nuestra sensibilidad. Hace poco estuve rato largo frente a una obra de Hirst. Era una pieza sobreactuada, un materialismo terminal, un tiempo muerto. Escatología inconsciente de sí.

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